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Lo que estamos aprendiendo de esta pandemia

Bernardo Gargallo, Catedrático de Teoría de la Educación, Universitat de València

Cryptographer / Shutterstock

La crisis de COVID-19 nos sitúa ante dilemas e incertidumbres y nos exige respuestas. Hemos de cooperar en la solución del problema, en la medida de nuestras posibilidades, con nuestra acción responsable y compromiso personal.

La actual coyuntura nos ha abierto los ojos en algunas cuestiones: la falta de UCIS y respiradores en los hospitales, la carencia de equipos individuales de protección, la debilidad de la industria nacional para su producción y la necesidad de más profesionales de la salud.

Contamos con excelentes profesionales, pero nuestro sistema sanitario presenta debilidades que habrá que corregir dándole la prioridad necesaria.

En su intervención en TED con motivo de la crisis del ébola, Bill Gates llamó a los gobiernos a hacer lo necesario para prevenir lo que él intuía que iba a venir. Solo aprendiendo de la situación actual conseguiremos que la próxima nos coja preparados.

¿Cómo aprendemos?

El aprendizaje, una de las vías fundamentales que tiene el ser humano para crecer y mejorar, supone cambiar la conducta y las estructuras mentales. Las dificultades nos activan para buscar soluciones que nos permitan avanzar.

El problema actual es complejo y ha sacudido nuestros esquemas. ¿Quién iba a pensar que, en el siglo XXI, tendríamos que recluirnos en casa acosados por un enemigo invisible que puede matarnos? ¿Cómo reaccionar frente a esta situación de peligro para todos? Aprendiendo.

El aprendizaje exige movilizar recursos cognitivos, metacognitivos, afectivos, sociales y éticos:

  • Cognitivos: habilidades y destrezas mentales para procesar información y transformarla en conocimiento. Información no falta ahora, con la potencia de Internet, unida a los medios de comunicación tradicionales. Pero debemos procesarla con criterio, para separar el grano de la paja, el bulo de lo bien fundamentado. Y ahora esto es más necesario, si cabe.
  • Metacognitivos: habilidades y destrezas para analizar nuestros procesos mentales, para pensar en cómo pensamos y aprendemos. Tomando conciencia de nuestras posibilidades y limitaciones podremos aprender mejor.
  • Afectivos: recursos afectivo-emotivos y motivacionales que nos activan para aprender y nos ayudan a sostener el esfuerzo. Estos recursos incluyen sentimientos y emociones, actitudes, autoestima, autoeficacia, motivación…
  • Sociales: aprendemos con los otros y de los otros. El trabajo cooperativo, la solidaridad, compartir las propias habilidades y conocimientos nos ayuda a aprender mejor.
  • Éticos: el aprendizaje es también cuestión de valores: honestidad, respeto, generosidad, empatía, etc. Debemos aprender más para ser mejores, para dar más a los demás y a la sociedad en general.
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Estamos ante una realidad que nos sacude: la de nuestra vulnerabilidad como individuos (podemos perder nuestro trabajo, podemos enfermar seriamente y morir, incluso). Pero también como colectivo, tanto en nuestro entorno cercano (nuestra familia, amigos y conocidos pueden sufrir la enfermedad o el despido, la carencia de recursos) y no tan cercano (nuestro vecindario, barrio, municipio, país… la humanidad entera, se ven golpeados por la pandemia).

Tenemos, pues, que movilizar nuestros recursos, cognitivos, metacognitivos, afectivos sociales y éticos para aprender, para salir fortalecidos y mejorados de la crisis.

¿Qué aprender de esta pandemia?

El que firma este artículo está aprendiendo cosas. El contexto actual está afinando estos aprendizajes:

  • Que hay cosas esenciales y otras que no lo son. Que la vida puede –y debe– ser más sencilla. Consumir más y acumular más dinero y bienes no nos hace más felices.
  • Que tenemos que sacar lo mejor de nosotros mismos, para nosotros y los demás. Una ética del cuidado es absolutamente necesaria: en nuestro entorno hay demasiada competitividad y las metas acaban siendo más de desarrollo personal (el éxito, el reconocimiento social, el dinero) que de desarrollo social y colectivo (ayudar, cooperar, ser más para dar más).
  • Que debemos trabajar los aspectos emocionales: desarrollar resiliencia y mantener la ilusión y la confianza en el futuro, a pesar de todo.
  • Que hemos de ser responsables de nuestros actos, que tienen repercusiones en los demás y en la naturaleza. La naturaleza, al final, nos pasa factura.
  • Que tenemos que trabajar juntos. Más que nunca es necesario tejer lazos de solidaridad, de ayuda, especialmente a los más vulnerables, para que nadie sea abandonado.
  • Que no nos salvamos solos. No cabe la huida individual. Necesitamos a los otros: personal sanitario, policías, bomberos, militares, transportistas, agricultores y ganaderos, trabajadores de supermercados y establecimientos de comestibles y artículos de primera necesidad, profesores, comunicadores, etc. Ahora somos capaces de valorar más los servicios que prestan algunas profesiones, y de relativizar las cosas.

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