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Covid-19: la crisis que despertó la solidaridad económica de la UE

Covid-19: la crisis que despertó la solidaridad económica de la UE
Shutterstock / Lightspring

Patricia Garcia-Duran Huet, Universitat de Barcelona y Marc Ibanez Diaz, Yale University

Europa vive un momento histórico desde el punto de vista de su integración. Se puede decir que Next Generation EU (NGEU), el fondo de recuperación diseñado por la UE para hacer frente a la crisis provocada por la pandemia, es un Plan Marshall made in Europe.

Dotado con 750 000 millones de euros, este programa es la mayor muestra de solidaridad paneuropea en la historia de la Unión. Para garantizar los recursos necesarios para su aplicación, y de manera excepcional, la Comisión emitirá obligaciones en los mercados financieros internacionales en nombre de la UE.

El dinero resultante de este plan SERÁ destinado a otorgar transferencias (390 000 millones) y créditos (360 000 millones) a los Estados miembros.

Planes nacionales para recuperar la economía

Para poder recibir esos fondos, cada uno de los Estados de la Unión deberá presentar, para su aprobación por parte de las instituciones europeas, un plan nacional de recuperación en el que se detalle el uso que se prevé dar a los recursos recibidos de Bruselas.

Las inversiones y reformas propuestas en cada plan nacional deben ir dirigidas a conseguir los objetivos de la UE en medio ambiente, digitalización y resiliencia. Además, los Estados deben comprometerse a cumplir con las recomendaciones de la UE para hacer frente a sus problemas estructurales.

La Presidencia del Gobierno de España ya ha remitido a Bruselas las líneas maestras de su plan para una primera valoración. Con España Puede, el Gobierno aspira a modernizar el país, empleando un 37% de los fondos asignados a la transición ecológica y un 33% a la digitalización.

España será, junto con Italia (172 000 millones), uno de los principales receptores de estas ayudas. De los 140 000 millones de euros que podrá recibir en los próximo siete años, cerca del 11% del PIB español, unos 70 000 millones corresponden a transferencias y el resto, a créditos.

Mientras que el total del fondo europeo de recuperación tiene un recorrido de seis años, las transferencias económicas que incluye solo podrán ser utilizadas hasta 2023. Por ello, el Gobierno español ha establecido dos fases para el uso de estos recursos, dando prioridad a la ejecución de las inversiones que se puedan acometer con las transferencias.

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A este respecto, la vicepresidenta económica Nadia Calviño afirmó: “El Gobierno no descarta el uso de los créditos provenientes de los fondos europeos (…) si hace falta (…) recurriremos a ellos, para eso hay un periodo de seis años” (minuto 20.15 de la entrevista).

NGEU, hito histórico

Este fondo de recuperación es una inyección de confianza para los países de la UE más afectados por el impacto de la crisis (entre ellos España). El mensaje que da es: hay solidaridad entre las naciones europeas.

Esta es la primera vez que los países del norte aceptan una emisión conjunta de deuda y que, además, los recursos obtenidos se repartan, al menos en parte, mediante transferencias.

Pero si 2020 es el año en que cuajó la solidaridad europea, los próximos serán los años en que habrá que demostrar que dicha solidaridad valió la pena y no cayó en saco roto.

El buen uso que los países, especialmente los del sur, den a los fondos recibidos determinará el futuro de la construcción europea y, con ello, de la solidaridad futura.

Difícil negociación

Acordar el fondo de recuperación de la UE requirió convencer a los países frugales (Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia). Para ello fue necesario reducir la ambición del plan. Se redujeron las transferencias un 22% y se incrementaron los préstamos hasta un 44% respecto a una primera propuesta.

El Consejo Europeo ha dejado clara la excepcionalidad de esta medida de emergencia. Para reforzar esta ideas, los recursos del fondo de recuperación no forman parte del presupuesto multianual (2021-27) de la UE.

Un aval al Estado de derecho

La presión de la opinión pública europea obligó a incluir en el acuerdo una cláusula que liga el desembolso del dinero al cumplimiento del Estado de derecho por parte del país receptor.

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Pese a ello, y para poder conseguir la aprobación unánime de los Estados miembro, y en especial de Polonia y Hungría, dicha cláusula se redactó de una forma vaga en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de julio de 2020.

Ahora, el Parlamento Europeo reitera que aquellos países de la Unión en los que no se respete el Estado de derecho, no recibirán los fondos acordados.

Las razones del acuerdo

La razón básica que permitió alcanzar el acuerdo europeo está en cuál ha sido el origen de esta crisis. Mientras que la crisis de la eurozona de 2010 podía atribuirse a una mala gestión por parte de ciertos Estados miembros, esta es exógena y no está ligada a las actuaciones económicas de los Gobiernos.

Es posible que la experiencia del Brexit también haya ayudado a que la UE reaccionase con mayor espíritu de cohesión que en ocasiones anteriores. Los fondos servirían para evitar resquemores y discrepancias que pudiesen provocar nuevos abandonos del club europeísta. Si el Reino Unido todavía formase parte de la UE, habría liderado el grupo de los países frugales.

Además, para Angela Merkel el fondo de recuperación es un freno al populismo. Una Europa que ya está sumida en múltiples crisis políticas no se puede permitir una respuesta basada en la austeridad que acabe llevando a más populistas al poder.

Por último, los objetivos previos de la UE de alcanzar una economía verde y digital también pueden haber facilitado el acuerdo. Estos objetivos, claros y compartidos, permiten dirigir los recursos del fondo de recuperación hacia proyectos que todos los miembros consideran apropiados, independientemente de si son receptores o contribuyentes netos.

¿Puede haber integración sin unificación fiscal?

No es la primera vez que en un proceso de integración político territorial aparece la dificultad de la unión fiscal.

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Uno de los momentos definitorios de Estados Unidos como nación fue la asunción, por parte del Gobierno Federal, de la deuda que los estados habían contraído durante la guerra de independencia americana a finales del XVIII.

Esta decisión no estuvo exenta de polémica. La deuda estaba concentrada en los estados del norte y los estados sureños no querían pagarla.

En este episodio de la historia estadounidense destaca la figura del primer secretario del Tesoro Americano, Alexander Hamilton, que fue quien propuso la unificación de la deuda. Por eso se le conoce como el momento hamiltoniano.

Alexander Hamilton en un billete de 10 dólares. Wikimedia Commons / US Government

Next Generation EU, ¿Hamilton en Europa?

Hay quienes defienden que con la creación del fondo de recuperación y la puesta en común de una parte de la deuda, Europa se encuentra ante su propio momento hamiltoniano de integración.

Otros lo niegan, y para ello arguyen la excepcionalidad del fondo, su pequeño tamaño y que con él no se absorben las deudas anteriores de los países.

En el musical de Broadway “Hamilton” se explica el pacto económico entre los estados del sur y del norte con las siguientes frases:

“Jefferson, Madison y Hamilton

entran a un comedor,

son enemigos,

diametralmente opuestos.

Salen con un acuerdo,

habiendo abierto puertas

que antes estaban cerradas”.

Independientemente de si la UE está viviendo su momento hamiltoniano (o no), lo que está claro es que el fondo europeo de recuperación ha abierto una puerta.

Si los países del sur (sobre todo España e Italia) lo hacen bien, puede que se mantenga abierta y dé pie a que futuros presupuestos de la UE incluyan mecanismos de deuda común.

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