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Cervantes no vale para todo

Medallón dedicado a Miguel de Cervantes en la Plaza de España de Sevilla. Shutterstock / Kevin George

Manuel Ángel Vázquez Medel, Universidad de Sevilla

En el reciente artículo “Los mayores de 50 (y no los jóvenes) son quienes más noticias falsas comparten”, Roberto Losada comenzaba así: “Cincuenta años, más o menos, tenía Alonso Quijano cuando dio en creer que lo que los libros de caballerías relataban era cierto”.

Su interesante reflexión utilizaba, como contrapunto, referencias a la obra más importante de la literatura universal. Finalizaba volviendo al Quijote y comparaba la credulidad del ventero sobre lo que se decía en los libros impresos (por su desconocimiento del proceso de edición) con la falta de formación digital de los mayores, causa principal de su complicidad en la difusión de noticias falsas. Se trata de una comparación impecable y rigurosa con la obra cervantina, más vigente en este siglo XXI que nunca.

Falsificaciones de Cervantes

En el otro extremo, el Quijote ha sido en estos días objeto de ignorantes profanaciones. Se han atribuido a sus páginas textos no solo de torpe expresión, sino –y sobre todo– de miserables contenidos, en las antípodas del pensamiento y del sentimiento cervantino.

Lo más grave no es la osadía de quien atribuye a Cervantes palabras suyas sin dignidad literaria ni dignidad humana. Muchas personas, incluso bienintencionadas, creen el fraude y se convierten en sus difusoras.

En la web “Maldita”, especializada en localizar y exponer bulos en internet, se nos informaba hace poco de que un supuesto texto cervantino sobre reyes y piratas no existía antes del 6 de agosto de 2020. Allí mismo se nos remite a otro falso texto cervantino, que tiene en común con el anterior su marcado carácter reaccionario.

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Un uso interesado

En el uso intencionalmente sesgado de los textos hay algo peor que la falsedad: utilizar textos auténticos (o referencias a verdaderos valores cervantinos) para intentar justificar otras interpretaciones, acciones o valores que nada tienen que ver con aquellos.

Creemos que eso ocurre, por ejemplo, en el texto “Cervantes y los muertos del covid-19”. En este artículo, aprovechando que el 23 de abril, día de la sepultura de Cervantes en 1616, coincidía en plena pandemia, se nos exhorta, muy acertadamente, a que “Celebremos el Quijote y honremos a nuestros muertos del covid-19”.

Hasta aquí, nada que objetar. Como tampoco nos parece desacertada su interpretación de Cervantes y el Quijote, quintaesenciada en esta frase que suscribimos palabra por palabra: “Nadie ha estudiado mejor que Cervantes la verdad frente a cualquiera de sus falsificaciones. Nadie ha puesto sobre la mesa de la literatura crítica, de la literatura, la estrecha relación entre el misterio de lo real y la lengua, lo auténtico y lo aparente, en fin, la realidad y su representación cultural. Artística.”

Honrar o violentar al escritor

¿Cuál es el problema, pues? Que –a nuestro juicio– nada tiene que ver todo lo anterior con las siguientes afirmaciones, que aparecen contextualmente conectadas con Cervantes: “Presididos por una bandera de España con crespón negro, que tanto odian los comunistas y los socialistas, los separatistas y los nacionalistas, los titiriteros y los falsos escritores de naderías, honremos a nuestros muertos por el covid-19 en el día en que deberíamos celebrar también la fiesta de la lengua española y del Quijote”.

No. Eso no es honrar a Cervantes, que respetaba a los titiriteros y era considerado por algunos de sus contemporáneos como un falso escritor de naderías. Es violentar su obra extraordinaria –de hace más de cuatro siglos– para justificar discutibles opiniones que pueden emitirse en otros contextos, y que nada tienen que ver con la positiva, respetuosa, generosa y dialogante actitud del escritor.

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Respetemos a Cervantes

No se trata de ejercer de intérpretes de la ortodoxia cervantina. Pero sí de respetar a Cervantes y sus textos, su complejidad, su carácter a veces contradictorio (como la vida misma), su polifonía (pues son muchas voces, a veces discrepantes, las que circulan por su voz), su abierta pluralidad interpretativa. Nadie –persona o colectivo– tiene derecho de apropiarse de Cervantes con la intención de convertirlo en justificación de afirmaciones sectarias u ofensivas.

Tras varios siglos de crítica rigurosa nadie puede confirmar concluyentemente si Cervantes procedía o no de una familia de judeoconversos, como Fray Luis o Santa Teresa; tampoco conocemos con certeza el carácter y orientación de sus convicciones religiosas o de su sexualidad; ni siquiera los perfiles concretos de su crítica al poder (por ejemplo, en relación con Felipe II) y a la justicia corrupta de su tiempo. Lo más importante es que incluso interpretaciones críticas aparentemente antagónicas nada añaden ni quitan –a mi juicio– a la grandeza cervantina.

Acercamiento sin utilización

¿Es posible acercarnos con rigor al mundo cervantino para extraer impulsos positivos para afrontar la pandemia? Sin lugar a dudas la ejemplaridad de la vida y la obra de Cervantes nos ofrece claves para afrontar adversidades, seguir adelante cuando todos los caminos parecen cerrarse y hacerlo con dignidad y de manera responsable y solidaria. En este vídeo de la Universidad de Sevilla ofrezco una síntesis de su cosmovisión que siempre fundamento en sus propios textos.

Si tenemos una idea más clara de la compleja y rica visión de la existencia del autor más importante de la literatura universal, no correremos el riesgo de creernos el primer texto falso que con oscuras intenciones quiera hacerse pasar como cervantino.

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Javier Gomá afirma en su libro La imagen de tu vida:

España sería mejor, más cívica, más urbana, más humana, si se asemejase más a Cervantes, si imitara más su ejemplo, si fuera más cervantina. Y el resto del mundo también.

Para ello, lo primero que hemos de hacer es leer adecuadamente y con respeto su obra.