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La covid-19 propicia revertir las deslocalizaciones de empresas

Shutterstock / melitas

Manuel Francisco Morales Contreras, Universidad Pontificia Comillas; Lucía Barcos Redín, Universidad Pontificia Comillas; Luciano Fratocchi, University of L’Aquila y Marcelo Leporati, Universidad Pontificia Comillas

Las empresas farmacéuticas que producen las vacunas contra el virus han negociado las cantidades, precios y condiciones de suministro con los diferentes países y la UE. Uno de los factores claves en esta negociación puede ser dónde se encuentran localizadas las fábricas de estas empresas, pues los gobiernos de estos países tienen capacidad para prohibir o restringir la exportación de ciertos productos, en especial en estos momentos de crisis o de situaciones de emergencia.

Las decisiones de localización son decisiones estratégicas. Desde hace varias décadas, el fenómeno de la globalización ha animado a muchas empresas a ir más allá de sus fronteras para fabricar sus productos, lo que se conoce como deslocalización u offshoring.

Son innumerables los ejemplos de compañías estadounidenses y europeas que decidieron mover sus instalaciones productivas a países asiáticos como China, India, Vietnam o Bangladesh, entre otros. Se pueden encontrar ejemplos en diversos sectores, como la tecnología (Apple); ropa y calzado deportivo (Nike); moda (H&M) o juguetes (Mattel).

Estas decisiones no sólo responden al dónde fabricar, sino al quién y cómo, pudiendo establecer plantas de fabricación propias, subcontratando a otras empresas, o en un formato intermedio (alianzas o joint-ventures con socios locales).

Los principales factores que han influido en decisiones de deslocalización pueden encontrarse, por ejemplo, en la disponibilidad y los costes más bajos en la mano de obra; la proximidad y el acceso a los mercados; la proximidad de materias primas; aspectos relacionados con incentivos gubernamentales, o moneda o tipos de cambio.

Vuelta a los orígenes

En la última década se está dando un fenómeno que se conoce como relocalización o reshoring, que no es otra cosa que replantearse las decisiones de localización. Las razones para ello tienen que ver, sobre todo, con que los factores que en un momento eran propicios para la deslocalización ahora ya no lo son.

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Por ejemplo, los costes de mano de obra, que antes eran muy bajos en terceros países, han cambiado; de hecho, en los últimos quince años los salarios en China se han incrementado entre un 10% y 20% anualmente.

Además, la relocalización se ve favorecida por múltiples factores, como la falta de ahorros esperados; los largos tiempos de entrega motivados por las distancias; la falta de flexibilidad ante necesidades urgentes; el cambio de la dinámica de los mercados; la aparición de problemas de calidad o de servicio al no poder controlar la producción en países lejanos; los avances en automatización y robotización de los procesos; la disponibilidad de la mano de obra en países de origen; la propiedad intelectual; la cualificación del personal, o los incentivos de los gobiernos para cambiar de localización.

Este fenómeno se puede dar de diversas formas. Una de ellas se refiere al cambio de localización hacia una zona geográfica también lejana del país de origen (por ejemplo, Apple va a llevar una parte de su producción desde China a Vietnam).

Otra forma puede ser lo que se denomina nearshoring, es decir, mover la producción cerca del país de origen (por ejemplo, compañías estadounidenses que se establecen en México, o empresas de Europa occidental que se localizan en el este de Europa, Turquía o el norte de África).

Una tercera opción sería traer la producción de vuelta al país de origen, relocalización o backshoring (por ejemplo, sectores como el textil o el calzado en España).

Covid 19 como desencadenante en decisiones de relocalización

El debate en torno a este fenómeno reciente se ha intensificado tras el inicio de la pandemia de la covid-19. Las economías de todo el mundo se han visto afectadas por los fallos en los suministros de ciertos productos, algunos de primera necesidad, incluidos productos sanitarios. En estos casos lo que prima es su disponibilidad cuando son necesarios, y poco importa el ahorro de costes gracias a producirlos más allá de las fronteras.

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Los confinamientos han motivado el cierre total o parcial de fábricas, provocando escasez en la producción de materias primas, componentes o productos. Además, las restricciones en las fronteras han retrasado o paralizado los envíos.

Otras causas hay que buscarlas en las decisiones estratégicas de algunos gobiernos, que han obligado a que los productos fabricados en su país no se distribuyesen a otros, sino que se diese prioridad al mercado local.

Por ejemplo, fabricantes de mascarillas localizados en Alemania y Francia que tradicionalmente abastecían a toda Europa solo trabajaron para sus mercados locales, denegando entregas a otros países como España.

También ha ocurrido que determinadas compañías han dado prioridad en las entregas a algunos países o clientes porque pagaban mejores precios que otros.

Por otro lado, ha habido empresas que han decidido iniciar la producción de artículos cuyo suministro se ha visto afectado para así garantizar el suministro en sus mercados locales y no depender de terceros. Mascarillas, guantes o respiradores son hoy producidos por fabricantes europeos o norteamericanos que antes de 2020 no estaban en el sector.

A raíz de estos acontecimientos proponemos una reflexión sobre si a nivel de país, o de UE, se deberían considerar ciertas familias de productos o suministros como estratégicos o críticos, y establecer un plan con el tejido industrial local para garantizar su producción y distribución.

El gobierno de Francia y agrupaciones de empresas italianas están iniciando proyectos de relocalización para que Europa asuma la producción de ingredientes farmacéuticos activos, y no depender de importaciones de India o China.