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Lo que hay que tener en cuenta para elegir unas buenas gafas de sol

Alfonso Soler / Shutterstock

Jacobo García Queiruga, Universidade de Santiago de Compostela y Verónica Noya Padín, Universidade de Santiago de Compostela

Hoy en día podemos encontrar gafas de sol a precios muy asequibles en bazares, grandes superficies, por internet o incluso en estaciones de servicio, lo que suscita las lógicas dudas de los usuarios. “¿Me protegerán bien?” es una de las preguntas más habituales a los profesionales de las ópticas. Aunque ese tipo de lentes suelen cumplir con unos mínimos de protección frente a la radiación ultravioleta, la calidad visual que proporcionan es nefasta.

Los centros ópticos son establecimientos sanitarios reglados, por lo que todos sus productos deben cumplir con unos estándares mínimos: los marcados CE y UKCA. Allí, el profesional sanitario óptico-optometrista está capacitado para orientar al cliente basándose en sus demandas visuales y su fisonomía facial.

Normativas y protección

Las lentes solares son consideradas “equipos de protección individual” por la regulación europea vigente. Además, esta normativa establece cinco niveles de filtro solar. La categoría 0 transmite entre el 80 y el 100 % de la luz. En contraste, la categoría 4 solo permite el paso del 3 al 8 %, por lo que no son aptas para conducir. La categoría 3 es la más utilizada, ya que resulta adecuada para la mayoría de situaciones y sí permite la conducción.

Entonces, ¿cuánto más oscuras, más protegen? No, optar por un grado u otro de absorción lumínica depende más bien de su finalidad. Las de categoría 4 están indicadas para entornos con mucha luz –alta montaña o desierto–, pero pueden reducir la visibilidad en otras condiciones.

Independientemente de ese factor, todas las gafas que cumplen la normativa protegen frente a la radiación ultravioleta.

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Calidad visual

Usar unas gafas de sol puede darnos la sensación de que nos “resta visión”. Se debe a que una lente tintada es un filtro selectivo de luz: deja pasar un tipo de radiación y atenúa otro. Por ello, es importante explicar un par de conceptos relacionados con la visión.

La agudeza visual es esa medida que se obtiene para saber “cuánto vemos”. Se evalúa pidiendo a los individuos examinados que digan las letras, cada vez más pequeñas, que aparecen en la pantalla. Alcanzar un nivel en torno al 100 % es lo ideal. Sin embargo, esta prueba se realiza con letras negras sobre fondo blanco –en alto contraste–, por lo que no tiene en cuenta cómo puede variar la calidad visual en otras condiciones de iluminación.

En segundo lugar, la sensibilidad al contraste se define como la capacidad de diferenciar objetos del fondo que los rodea. Es más difícil distinguir letras negras sobre fondos grises que sobre fondos blancos.

Y por último, tenemos los defectos refractivos, que afectan tanto a nuestra agudeza visual como a la sensibilidad al contraste y entre los que se encuentran la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo. Usar gafas de sol sin graduación cuando se sufre alguna de estas afecciones puede llevar incluso a ver peor que sin ellas.

Depende del color con que se mire

Teniendo todo esto en cuenta, abordaremos ahora otra pregunta habitual en la óptica: si el hecho de que la lente tenga un color determinado modifica o mejora la protección. En realidad, ese cromatismo puede afectar al contraste y la sensación de luminosidad, ya que la longitud de onda que mitiga cada color es diferente.

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Así, mientras que el gris atenúa todas las longitudes de onda, tintados como el marrón o el verde no aplanan tanto la curva de absorción. Por eso, la percepción visual suele ser muy luminosa con tonos marrones, muy oscura con tonos grises y más natural con tonos verdes.

¿Lentes orgánicas o de cristal?

Pero no solo influye el cromatismo en la calidad visual: también es importante fijarse de qué están hechas las lentes. Aunque las más habituales son de material orgánico –plásticos– también se pueden encontrar en el mercado modelos con lentes minerales –cristal–, fabricadas básicamente a partir de sílice, sosa y cal.

Existen diferencias entre ambos materiales. Las lentes orgánicas son más ligeras y ofrecen mayor resistencia al impacto, mientras que las minerales soportan mejor el rayado y presentan menor dispersión cromática. Por consiguiente, las propiedades ópticas de estas últimas favorecen la calidad visual del usuario.

¿Y las lentes polarizadas?

Estas lentes bloquean la luz que llega al ojo en un ángulo determinado tras reflejarse en una superficie, como una carretera o el agua, reduciendo así los reflejos. Están especialmente recomendadas para conducir y para usar en entornos marinos.

Sin embargo, pueden ser desaconsejables en ciertas situaciones. Por ejemplo, bloquean la luz de las pantallas, haciendo que las veamos más oscuras o incluso totalmente negras, lo cual obliga a rotarlas para mejorar la visibilidad. Tampoco son ideales si practicamos deportes de invierno, ya que la eliminación de los reflejos puede dificultar la detección de placas de hielo.

Otras características a tener en cuenta

Y, por último, a la hora de adquirir las gafas, tampoco debemos pasar por alto estas prestaciones:

  • Lentes solares degradadas. Suelen absorber entorno al 85 % de luz en su zona oscura y un 10 % en el área más clara. Le dan un toque chic a las gafas, lo cual no impide que protejan adecuadamente frente a los rayos ultravioleta. Aunque en verano o días muy soleados no son las más recomendables, pueden ser nuestras aliadas con tiempo nublado.
  • Lentes espejadas. Incorporan una nueva capa sobre su superficie que refleja la luz y refuerza la protección. Por desgracia, este tratamiento se estropea y se raya con facilidad.
  • Lentes con antirreflejante en cara interna. Otorga mayor claridad en la visión al eliminar la luz reflejada por detrás del usuario. Suelen encontrarse en gafas de sol de gran tamaño o en modelos que destacan por la calidad óptica de sus lentes.
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Ante la duda, insistimos: consulte a su óptico-optometrista.

Jacobo García Queiruga, Profesor Interino en el Área de Optometría (OD, MSc, PhD), Universidade de Santiago de Compostela y Verónica Noya Padín, Investigadora predoctoral – Área de Optometría, Universidade de Santiago de Compostela