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¿Por qué el PSG sí ha podido quedarse con Messi y el Barça no?

Luis Carlos Sánchez, Universidad de Oviedo

El verano de 2021 ha sido trepidante en el mundo del fútbol. La salida de Leo Messi, seis veces Balón de Oro y, para muchos, el mejor jugador de fútbol de la historia, del FC Barcelona y su fichaje por el club francés Paris Saint Germain (PSG) ha sacudido los cimientos del fútbol europeo.

Uno de los aspectos más desconcertantes de este proceso ha sido el papel jugado por las normas de control económico de los clubes. Unas normas que, en este caso, han jugado en contra del Barça y han permitido al PSG seguir acumulando estrellas en su plantilla.

Cuentas pendientes

El Barcelona se encuentra en una situación económica delicada. Sus pérdidas en la temporada 2019-2020 fueron de 97 millones de euros (las estimaciones para la temporada que acaba de concluir son dramáticas) y los gastos de la plantilla deportiva suponen más de dos tercios de sus ingresos.

Pero las cifras del PSG son todavía peores. En esa misma temporada el equipo francés perdió 124 millones de euros y el coste de su plantilla superó sus ingresos. Entonces, ¿por qué el PSG sí ha podido fichar a Messi y el Barça no?

Del ‘fair play’ deportivo al ‘fair play’ financiero

Uno de los principales equívocos sobre las normas de control económico del fútbol proviene de la propia denominación que se ha popularizado: fair play financiero.

Se entiende por fair play el juego limpio en el deporte, sin trampas y muchas veces relacionado con la lucha contra el dopaje o contra los amaños en los partidos. Algo que poco tiene que ver con los orígenes del control económico del fútbol.

El control económico sobre los equipos se impuso con el fin de evitar conductas temerarias por parte de propietarios que reventaban el mercado de fichajes con fuertes inversiones que después no podían afrontar. Esto traía consigo no solo la quiebra de sus equipos, sino también numerosos impagos a jugadores, otros equipos y Hacienda.

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El control económico de la UEFA

Otro error frecuente es pensar que existe una estructura de control económico común a toda Europa. La demanda de un grupo de aficionados del FC Barcelona apunta en esa dirección. Pero no existe ninguna norma de la UEFA de obligado cumplimiento por las ligas nacionales.

Si bien la UEFA tiene sus propias normas de control económico, a través del Comité de Control Financiero de Clubes de la UEFA (CFCB), estas solo afectan a los equipos que participan en sus competiciones.

La UEFA comenzó a supervisar en 2004 la gestión económica de los clubes, cuando ya existían controles en algunas ligas nacionales. Desde ese año, no son suficientes los méritos deportivos para participar en las competiciones continentales, también hay que cumplir con una serie de requisitos. El más destacado, la ausencia de impagos.

Posteriormente se introdujeron otras normas como la limitación de las pérdidas, que se podían ampliar si había aportaciones de los propietarios de los equipos. Estas medidas fueron flexibilizadas por la pandemia del covid.

Recientemente, la UEFA ha planteado permitir pagar multas por saltarse ese control financiero. Esto permitiría incurrir en mayores pérdidas a los equipos con dueños con más recursos.

El control económico de la liga francesa

La liga francesa fue una de las primeras en establecer normas de control económico. En la década de los 80 del siglo pasado se creó la Direction Nationale du Controle de Gestion (DNCG) con el objetivo fundamental de evitar impagos por parte de los equipos franceses. En esta entidad participan la Federación Francesa de Fútbol, la liga profesional, futbolistas, entrenadores y otros colectivos del sector.

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A pesar de fracasos como la debacle del Olympique de Marsella hace 30 años o el más reciente del Girondins de Burdeos, el fútbol francés protagonizó una relativa estabilidad económica mientras los impagos eran comunes en el fútbol español o italiano.

Pero los equipos franceses pueden incurrir en pérdidas mientras se mantengan al corriente del pago de sus compromisos. Algo que solo pueden realizar aquellos que cuentan con un fuerte respaldo financiero por parte de sus propietarios, como es el caso del PSG, controlado por el gobierno de Catar, un país con enormes reservas de gas natural y petróleo.

Ante el descontrol financiero, el fútbol francés había decidido introducir nuevos requisitos en su control financiero obligando a que los gastos de su plantilla no superaran el 70% de los ingresos y limitando su endeudamiento. Pero estos nuevos requisitos no entrarán en vigor hasta 2023.

El control económico de la liga española

La regulación española va más allá de evitar que participen en la competición aquellos equipos que incurran en impagos. En vez de sancionar a los equipos a posteriori, como hacen la UEFA o la liga francesa, se eligió prevenir que se produjeran impagos y que los equipos incurrieran en pérdidas.

Dado que el principal gasto es el salarial, se estableció que los equipos debían gastar en salarios sin entrar en pérdidas. Así se estableció que el gasto máximo (o límite salarial), sumado al resto de gastos previstos, no podría superar a los ingresos previstos. Los equipos pueden gastar solo hasta ese límite y así obtener beneficios.

Ese es el límite salarial que todos los veranos influye en la inscripción de los nuevos fichajes y que este año ha estado de máxima actualidad por el caso del FC Barcelona.

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La normativa de la liga incluye numerosas excepciones y ajustes, pero mantiene la filosofía de asegurar que los equipos no incurran en pérdidas continuadas como sí permite la liga francesa actualmente.

Barça, el club frente a un equipo-Estado

En el caso del FC Barcelona, existen normas económicas adicionales establecidas en sus estatutos que obligan al club a obtener beneficios y limitan su endeudamiento. Además, al no ser sociedad anónima, la ley obliga a sus directivos a avalar el 15% de su presupuesto para responder ante posibles pérdidas del club.

El PSG cuenta con la posibilidad de incurrir en pérdidas que después son asumidas por su propietario gracias a la mayor flexibilidad actual de las normas francesas y europeas.

En cambio, el FC Barcelona no tiene esa posibilidad, aunque lo permitiera la liga española, porque tendría que convertirse en una sociedad anónima con accionistas que cubrieran esas pérdidas.

Esto supondría terminar con una seña de identidad del Barça que, desde su fundación, ha querido trascender el fútbol mediante la política de més que un club.

Un verdadero fair play financiero debería ser también deportivo. Los equipos deberían competir con los recursos que son capaces de generar. La actual situación deja en desventaja a los que tienen que enfrentarse a equipos-Estado como el PSG. También deja a los equipos expuestos a la voluntad de propietarios que hacen quebrar o desaparecer los clubes cuando se aburren de hacer aportaciones.

Todo esto empeora la situación del fútbol europeo dado que son los equipos con una propiedad más dispersa los que están mejor gestionados.