Solo habrá un vencedor en la guerra entre Israel y Hamás, y es Irán
Aaron Pilkington, University of Denver
Sólo habrá un vencedor en la guerra que ha estallado entre Israel y el grupo militante palestino Hamás. Y no son ni Israel ni Hamás.
En las próximas semanas, el ejército israelí seguramente tomará represalias y matará a cientos de militantes y civiles palestinos más por los ataques de Hamas. Como analista de política y seguridad en Oriente Medio, creo que miles de personas de ambos bandos sufrirán. Pero cuando el humo se calme, sólo se habrán beneficiado los intereses de un país: Irán.
Algunos analistas ya están sugiriendo que se pueden ver las huellas de Teherán en el ataque sorpresa contra Israel. Como mínimo, los dirigentes iraníes han reaccionado al ataque con ánimo y apoyo.
El factor decisivo que determinó la política exterior de Irán fue el derrocamiento en 1979 del Sha de Persia, represor amigo de Estados Unidos, y el traspaso del poder del Estado a manos de un régimen revolucionario musulmán chiíta. Ese régimen se definía por un marcado imperialismo antiamericano y un sionismo antiisraelí.
La revolución, afirmaban sus dirigentes, no era solo contra la corrupta monarquía iraní; pretendía hacer frente a la opresión y la injusticia en todas partes, y especialmente a los gobiernos respaldados por Estados Unidos: el principal de ellos, Israel.
Para los dirigentes iraníes, Israel y Estados Unidos representaban la inmoralidad, la injusticia y la mayor amenaza para la sociedad musulmana y la seguridad iraní. La duradera hostilidad que sienten hacia Israel se debe en gran parte a sus estrechos vínculos con el sha y al papel de Israel en su sostenida opresión del pueblo iraní.
Junto con la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, el servicio de inteligencia israelí, el Mossad, ayudó a organizar la policía secreta y el servicio de inteligencia del sha, el SAVAK. Esta organización recurrió a tácticas cada vez más duras para acabar con los disidentes durante las dos últimas décadas del sha en el poder, incluyendo encarcelamientos masivos, torturas, desapariciones, exilio forzoso y el asesinato de miles de iraníes.
El apoyo a la liberación palestina fue un tema central del mensaje revolucionario iraní. La invasión israelí de Líbano en 1982 –en represalia por los ataques palestinos contra Israel desde Líbano– brindó a Irán la oportunidad de hacer honor a su retórica antisionista desafiando a los soldados israelíes en la zona y poniendo en jaque la influencia estadounidense.
Subvencionando el conflicto
Con ese fin, Irán envió a su Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, una rama del ejército iraní, a Líbano para organizar y apoyar a los militantes libaneses y palestinos. En el valle libanés de la Bekaa, la Guardia Revolucionaria instruyó a los combatientes de la resistencia chií en religión, ideología revolucionaria y tácticas de guerrilla, y les proporcionó armas, fondos, entrenamiento y aliento.
Los dirigentes iraníes transformaron a estos primeros combatientes en la fuerza política y militar más poderosa del Líbano en la actualidad, y el mayor éxito de la política exterior iraní, Hezbolá.
Desde principios de la década de 1980, Irán ha mantenido su apoyo a grupos y operaciones militantes antiisraelíes. La República Islámica ha prometido públicamente millones de dólares de apoyo anual a grupos y proporciona entrenamiento militar avanzado a miles de combatientes palestinos en bases de la Guardia Revolucionaria y Hezbolá en Irán y Líbano.
Irán dirige una sofisticada red de contrabando para introducir armas en Gaza, que lleva mucho tiempo aislada del mundo exterior por un bloqueo israelí.
A través de la Guardia Revolucionaria y Hezbolá, Irán ha fomentado y permitido la violencia de la Yihad Islámica palestina y de Hamás, y estos combatientes palestinos representan ahora un elemento crucial en lo que los analistas de asuntos exteriores denominan el “Eje de Resistencia” de Irán contra Israel y Estados Unidos, que constituye el principal propósito de Irán. Pero Irán no puede arriesgarse a enfrentarse directamente a ninguno de los dos Estados.
Las armas, los fondos y el entrenamiento iraníes permiten el aumento de la violencia militante palestina contra Israel cuando las frustraciones estallan, incluso durante los levantamientos palestinos conocidos como la primera y la segunda intifadas.
Los conflictos palestino-israelíes y el número de muertos han aumentado constantemente desde 2020. Los palestinos están indignados por el aumento de los desalojos y la destrucción de propiedades. Pero también por cómo Israel permite que nacionalistas israelíes y colonos violen un antiguo acuerdo que impide la oración judía en la mezquita de Al-Aqsa, un lugar sagrado tanto para musulmanes como para judíos. De hecho, Hamás citó específicamente una reciente incursión de colonos en Al-Aqsa como justificación del ataque del 7 de octubre.
Ataque a la normalización
Esto no quiere decir que Irán ordenara el ataque de Hamás contra Israel, ni que Irán controle a los militantes palestinos: no son marionetas iraníes. No obstante, los dirigentes iraníes acogieron con satisfacción los atentados.
“Lo que ha ocurrido hoy está en consonancia con la continuación de las victorias de la resistencia antisionista en diferentes campos, incluidos Siria, Líbano y las tierras ocupadas”, según el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní, Nasser Kanani.
La semana anterior al ataque de Hamás, el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman desmintió las informaciones de que Arabia Saudí había pausado sus recientes esfuerzos por normalizar las relaciones con Israel, que incluyen una declaración formal del derecho de Israel a existir y un mayor compromiso diplomático. “Cada día nos acercamos más”, dijo, una valoración elogiada y de la que se hizo eco Netanyahu.
La normalización israelo-saudí representaría la culminación de los logros alcanzados hasta ahora en los esfuerzos diplomáticos estadounidenses, incluidos los Acuerdos de Abraham, firmados por Israel, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos en 2020. Los acuerdos tenían como objetivo normalizar y construir relaciones pacíficas entre Israel y los países árabes en todo Oriente Medio y en África.
El líder supremo iraní Ali Jamenei arremetió contra los Estados árabes por firmar los Acuerdos de Abraham, acusándolos de “traición a la comunidad islámica mundial”.
El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, alabó la violencia del sábado contra Israel y se hizo eco de los sentimientos de Jamenei, advirtiendo que los ataques enviaban un mensaje, “especialmente a quienes buscan la normalización con este enemigo”.
Es probable que la esperada respuesta de mano dura de Israel complique a corto plazo la normalización de Arabia Saudí con Israel, favoreciendo los objetivos de Irán. Netanyahu dijo que la operación de represalia de Israel persigue tres objetivos: eliminar la amenaza de los infiltrados y restablecer la paz en las comunidades israelíes atacadas, simultáneamente “exigir un precio inmenso al enemigo” en Gaza, y reforzar “otros frentes para que nadie se una por error a esta guerra.” Este último objetivo es una sutil pero clara advertencia a Hezbolá e Irán para que se mantengan al margen de la lucha.
Las tropas israelíes ya se han movilizado para asegurar sus fronteras, y los ataques aéreos han golpeado Gaza. Con toda probabilidad, los atacantes palestinos morirán o serán detenidos en cuestión de días.
Las tropas y las fuerzas aéreas israelíes atacarán lugares conocidos o sospechosos de lanzamiento, fabricación, almacenamiento y transporte de cohetes, así como las viviendas de miembros de Hamás y de la Yihad Islámica Palestina. Pero en el proceso, es probable que también pierdan la vida cientos de civiles.
Creo que Irán espera y acoge esta crisis con satisfacción.
Cómo gana Irán
Hay al menos tres posibles resultados de la guerra, y todos juegan a favor de Irán. En primer lugar, la respuesta de mano dura de Israel puede desanimar a Arabia Saudí y a otros Estados árabes ante los esfuerzos de normalización israelíes respaldados por Estados Unidos. En segundo lugar, si Israel considera necesario penetrar más en Gaza para erradicar la amenaza, podría provocar otro levantamiento palestino en Jerusalén Este o Cisjordania, lo que provocaría una respuesta israelí más generalizada y una mayor inestabilidad.
Por último, Israel podría alcanzar sus dos primeros objetivos con la mínima cantidad de fuerza necesaria, renunciando a las habituales tácticas de mano dura y reduciendo las posibilidades de escalada. Pero esto es poco probable. E incluso si esto ocurriera, no se han abordado las causas subyacentes que condujeron a este último brote de violencia, ni el papel facilitador que desempeña Irán en ese proceso.
Y cuando se produzca la próxima ronda de violencia palestino-israelí –y se producirá– creo que los dirigentes de Irán volverán a felicitarse por un trabajo bien hecho.
Aaron Pilkington, PhD Candidate at Korbel School of International Studies, University of Denver