Genocidios: cuando la maldad humana se institucionaliza
Francisco López-Muñoz, Profesor Titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia, Universidad Camilo José Cela
Tras el final de la II Guerra Mundial, en 1948, nació la Convención de Naciones Unidas sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, término acuñado previamente por el jurista polaco Raphael Lemkin, en 1940. Desde entonces, Naciones Unidas estableció el genocidio como un delito internacional, enmarcado dentro del grupo de crímenes contra la Humanidad, perpetrado por un gobierno con la intención de exterminar sistemáticamente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso; bien asesinando a los miembros del grupo o menoscabando su integridad física o mental, o bien sometimiento al grupo a condiciones de vida que desembocan en su destrucción.
Aunque en España apenas se ha prestado atención a estos dramas de la Humanidad, la Universidad Camilo José Cela organizó recientemente el Seminario Internacional “Europa frente a los Genocidios – 1915-2015”, en el que intervinieron relevantes personalidades europeas del mundo de la academia, la cultura, la comunicación y la diplomacia, así como supervivientes, que dieron a conocer en nuestro país las claves de los 6 grandes genocidios reconocidos por Naciones Unidas.
Genocidio armenio (1915-1923)
El genocidio armenio supuso más de un millón de víctimas entre 1915 y 1923 y es negado sistemáticamente por el estado turco. En la actualidad es reconocido explícitamente por 24 países, aunque España sigue sin hacerlo. Más allá de los terribles traumas del genocidio, en el que desaparecieron la mitad de los armenios del imperio otomano, la diáspora armenia continúa, estimada en unos ocho millones de personas.
El Holocausto (1941-1945)
Sin embargo, el genocidio por excelencia es el Holocausto o Shoah, cuyos orígenes hay que buscarlos en el odio racial a los judíos en la Europa del siglo XIX, a los que se estigmatizó como grupo de carácter antisocial y responsables de todos los males de la Humanidad. Todo ello alcanzó su momento más álgido y dramático en la Alemania nazi, con todas las leyes de segregación racial y la posterior “solución final” para el tema judío entre 1941 y 1945. El Holocausto constituye, posiblemente, el crimen colectivo más relevante de la historia de la Humanidad, con más de seis millones de asesinatos, es decir, el exterminio de las tres cuartas partes de los judíos europeos.
El Samudaripen
Contemporáneo a la Shoah se enmarca el genocidio de medio millón de gitanos, también a manos de las autoridades nazis, llegando en algunos países al asesinato del 90% de la población gitana. Este silenciado genocidio, el Samudaripen, ha sido reconocido recientemente por las autoridades alemanas y por la Unión Europea.
Camboya (1975-1979)
El genocidio camboyano ejercido por los Jemeres Rojos aconteció entre 1975 y 1979. Durante el régimen de Pol Pot se estima que murieron dos millones de camboyanos, un cuarto de la población, bajo una política de uniformidad étnica, que supuso el asesinato de diferentes minorías (vietnamitas, cham musulmanes y chinos) y la erradicación sistemática de la “intelectualidad”. Además, se trasladó a la población a campos de trabajo rurales, separando familias enteras, donde eran sometidos a extenuantes jornadas, que provocaron la muerte de miles de personas por enfermedades, agotamiento y malnutrición.
La masacre de Srebrenica (1995)
Más recientemente, el drama de Srebrenica se inserta en un proceso complejo de conflictos interétnicos (croatas, serbios y bosnios) tras la caída del Muro de Berlín y la descomposición de la herencia estalinista de Europa Central. Entre 1992 y 1995 se cometieron numerosos crímenes de guerra o crímenes contra la Humanidad en los Balcanes, pero el único que ha sido calificado como crimen de genocidio por el Tribunal Penal Internacional de La Haya fue la masacre de Srebrenica, en la que se asesinaron, con una clara finalidad de purificación étnica, a más de 8000 musulmanes internados en campos de concentración.
Ruanda (1994)
El genocidio tutsi posee unas connotaciones especiales. Ruanda fue colonia alemana y posteriormente belga en la que convivían varios grupos étnicos, destacando los hutus, mayoritarios y esencialmente cultivadores, y la minoría tutsi, ganaderos que constituían una élite enaltecida por los colonos. Una característica propia de este genocidio fue que se perpetró en tan solo tres meses de 1994, siendo asesinados más de un millón de ruandeses, casi todos tutsis, sin que hubiera prácticamente reacción de los países occidentales. Los tutsis sobrevivientes han de convivir necesariamente en los mismos territorios que sus verdugos hutus por las condiciones geofísicas y de escasa extensión del país, lo que plantea un grave problema de superación del trauma.
Yazidíes (2014-actualidad)
Finalmente, el genocidio yazidí, una minoría religiosa milenaria ubicada en el norte de Irak, por parte del movimiento islámico radical Daesh, calificado como organización terrorista por Naciones Unidas, se está desarrollando en la actualidad ante nuestros ojos. Daesh ejerce la violencia genocida contra este pueblo desde que, en 2014, tras proclamar su califato, invadió su territorio histórico, asesinando a los hombres, violando a las mujeres y raptando a los niños, enrolándolos en sus unidades militares para que renieguen de su identidad.
Ejes comunes
Aunque cada genocidio posee una idiosincrasia particular, existen una serie de ejes comunes que conviene conocer y acciones que deben implementarse para contribuir a una concienciación social que conduzca a su erradicación futura. Entre ellas pueden mencionarse:
- El conocimiento de la perspectiva histórica en la que surgieron y sus “lógicas genocidas”, así como la política internacional y las circunstancias actuales del recrudecimiento de las dialécticas de odio y de la falta de respeto a la memoria de las víctimas.
- El reconocimiento de la importancia de los “Justos”, junto a la fuerza de resistencia de las propias víctimas y la denominada “resiliencia ”, más presente en el post-genocidio.
- La recuperación y dignificación de la memoria de las víctimas, en un intento de reconducir los caminos de reencuentro y reconciliación.
- La necesidad de remarcar la importancia de los espacios institucionales de memoria, tanto para permitir a las víctimas directas como a su descendencia hacer el duelo, sirviendo también como instrumento de pedagogía para las nuevas generaciones.
La prevención de estos inhumanos y deleznables hechos debe ser una prioridad de nuestra sociedad, tal como establece la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, al garantizar el derecho a no sufrir discriminación por origen racial, étnico, o de religión, y la inviolabilidad de la dignidad humana.