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¿Qué es novichok, ese arma letal empleada contra disidentes rusos como Navalni?

Personal de servicios de emergencia con trajes de protección investiga en el lugar donde Sergei y Yulia Skripal fueron envenenados con novichok. Salisbury, Reino Unido, 24 de abril de abril de 2018. Shutterstock / Simon Ward Photography

Alejandro Romero Martinez, Universidad Complutense de Madrid y Francisco López-Muñoz, Universidad Camilo José Cela

Novichok (“recién llegado” o “novato”, en ruso) es el nombre con el que se ha bautizado a la cuarta generación de armas químicas supuestamente desarrolladas en la extinta Unión Soviética entre los años setenta y noventa. La detención, este fin de semana, tras aterrizar en Moscú, del disidente Alexéi Navalni, supuestamente envenenado por novichok, ha vuelto a poner de actualidad una sustancia que fue diseñada para no ser detectada por las herramientas disponibles por las fuerzas de la OTAN.

Los novichok son capaces de penetrar en el cuerpo del enemigo independientemente de las medidas de protección existentes en el momento, son seguros de transportar y almacenar, y sus efectos carecen de tratamiento. Además, no estaban incluidos en la Convención de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ). Todo ello los hace especialmente atractivos tanto para fines terroristas como de guerra química, y son calificados por algunos expertos como el grupo de agentes nerviosos más mortales que jamás se han desarrollado.

La letal aportación soviética a los agentes químicos neurotóxicos

En el libro “Secretos de Estado: una crónica interna del programa ruso de armas químicas”, el disidente y ex-científico ruso exiliado en Estados Unidos, Vil S. Mirzayanov, denunció a la Unión Soviética por haber desarrollado, bajo un programa secreto, el grupo de agentes novichok, entre 1970 y 1990.

Mirzayanov, que trabajó como químico analítico durante 26 años en el Instituto Estatal de Investigación Científica de Química y Tecnología Orgánicas de Moscú (GosNIIOKhT, ГосНИИОХТ en cirílico), afirmó haber presenciado cómo, entre 1971 y 1973, el científico Petr Kirpichev y sus ayudantes, a través del proyecto “FOLIANT Program”, ordenado por el Ministerio de Defensa soviético, desarrollaron una nueva serie de agentes neurotóxicos derivados de los agentes de la serie G y de la serie V, que se denominó serie A.

Según su testimonio, el primer compuesto de esta serie sintetizado y probado fue un derivado del sarín, donde el grupo O-isopropilo fue reemplazado por el radical acetoamidina, recibiendo el nombre en clave A-230 (Figura 1), y era de 5 a 8 veces mas tóxico que el agente VX ruso (VX-R). Después, el grupo de Kirpichev sintetizó y testó los derivados A-232 y A-234 (análogos metoxi y etoxi de A-230, respectivamente) de toxicidad similar al agente VX-R, pero más volátiles, y el A-242 y A-262 (análogos de guanidina de A-230 y A-232, respectivamente), probablemente los primeros agentes neurotóxicos sólidos sintetizados (Figura 1).

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Sustancias mortales no controladas

Los novichoks son similares a la mayoría de los agentes organofosforados (OP) utilizados en agricultura como pesticidas y herbicidas. En este contexto, los OP no están incluidos en las listas de la OPAQ porque todos los OP conocidos que se utilizan como armas químicas son fosfonatos, pero dado que A-232 y A-234 no son fosfonatos, eran ideales para engañar a los inspectores y eludir la lista de agentes químicos controlados por la OPAQ, haciendo que se mantuvieran desconocidos para la comunidad científica, y que no se avanzara en su prevención y tratamiento.

Su reciente uso en el Reino Unido representa una gran oportunidad para advertir a la comunidad científica sobre sus riesgos e instar al desarrollo de nuevos antídotos, así como formas de detección, protección y neutralización.

La OPAQ ha llevado a cabo la destrucción del 97% de las existencias de armas químicas conocidas en el mundo, obteniendo por ello el Premio Nobel de la Paz en 2013. A pesar de todos los esfuerzos de erradicación realizados, el uso de armas químicas por parte de Siria contra su propio pueblo, y el apoyo de Rusia al gobierno sirio, han sometido al tratado a una fuerte presión en los últimos años.

Episodios recientes que involucran agentes nerviosos han evidenciado que este tipo de armas químicas todavía están lejos de ser controladas. Algunos ejemplos son el uso de sarín en la guerra civil siria, y el asesinato, en febrero de 2017, de Kim Jong-Nam, hermano del dictador norcoreano Kim Jong-Un, con VX en el aeropuerto de Kuala Lumpur.

Equipos de descontaminación trabajan en la zona donde Sergei y Yulia Skripal fueron encontrados envenenados e inconscientes. Salisbury, Reino Unido, 25 de abril de 2018. Shutterstock / Amani A

El caso Skripal

El 4 de marzo de 2018, un agente nervioso novichok fue presuntamente utilizado en un intento de asesinar al ex-oficial del Departamento Central de Inteligencia de Rusia, Sergey Skripal, y a su hija Yulia, de 33 años, cerca de un centro comercial de Salisbury, en el Reino Unido. Posteriormente, estando en coma, fueron trasladados de urgencia al hospital local con la sospecha de haber sido envenenados por un agente nervioso. El 12 de marzo de 2018, la entonces primera ministra británica, Theresa May, declaró en el parlamento: “O se trató de una acción directa del estado ruso contra nuestro país o el gobierno ruso perdió el control sobre la sustancia potencialmente catastrófica y destructiva y permitió que cayera en manos de otros”.

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Una investigación sobre los envenenamientos por parte del gobierno del Reino Unido concluyó que las autoridades rusas habían enviado a dos sicarios para llevar a cabo el ataque, en represalia por el trabajo de Skripal como agente doble para el MI6. El Reino Unido y otros países expulsaron a decenas de diplomáticos rusos en respuesta al incidente, pero Rusia ha negado cualquier participación en el mismo. Según la OPAQ, la sustancia química utilizada en este evento fue un novichok, considerado la cuarta generación de armas químicas.

Alekséi Navalni. Shutterstock / vasilis asvestas

El atentado contra el disidente ruso Navalni

La OPAQ, que tiene la tarea de velar y hacer cumplir la Convención sobre Armas Químicas, anunció la decisión de prohibir explícitamente los novichoks el 27 de noviembre de 2019. Sin embargo, el 20 de agosto de 2020, el opositor ruso y activista anticorrupción Alexéi Navalni enfermó gravemente durante un vuelo de Tomsk a Moscú, y fue trasladado a un hospital en Omsk después de un aterrizaje de emergencia, donde entró en coma. Dos días después fue evacuado al Hospital Charité en Berlín.

Cinco laboratorios certificados por la OPAQ encontraron un inhibidor de la enzima colinesterasa del grupo novichok en muestras de sangre, orina, piel y en la botella de agua de la que había bebido Navalni. Al mismo tiempo, el informe de la OPAQ aclaró que Navalni fue envenenado con un nuevo tipo de novichok que no estaba incluido en la lista de sustancias químicas controladas por la OPAQ.

Actualmente no existe información disponible sobre la protección y descontaminación frente a los agentes de la serie A. Se cree que, en base a sus similitudes estructurales con otros agentes nerviosos, pueden destruirse mediante soluciones básicas con más del 10% en peso de NaOH o NaCO3, o lejía doméstica sin diluir. También se especula que las oximas reactivas, como el monoximato de 2,3-butanodiona de potasio y los peróxidos básicos, deberían desintoxicar rápidamente estos compuestos.

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Se ha informado que los compuestos de la serie A deberían actuar de la misma manera que los agentes nerviosos de las series G y V, inhibiendo la enzima acetilcolinesterasa (AChE) y desencadenando un síndrome colinérgico. Por tanto, la profilaxis preferencial implicaría la administración de un cóctel que contenga un anticolinérgico, para reducir la concentración de acetilcolina, un anticonvulsivante, para combatir los efectos del síndrome colinérgico, y un antídoto (generalmente una oxima), para reactivar la AChE.

Los novichoks representan hoy un motivo de enorme preocupación en el campo de las armas químicas. Hay muchas incertidumbres que aún deben aclararse. Una elucidación urgente, completa e indudable de sus estructuras químicas y propiedades es fundamental para entender mejor los riesgos reales que plantean estos compuestos y para el desarrollo de una protección eficaz, lo que permitirá el descubrimiento de los antídotos más adecuados y el desarrollo de protocolos biológicos y analíticos para la identificación de su uso indebido.