Creación de valor económico, ¿alquimia o realidad?

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Virginia Bombín Moreno, IE University

La financiación que consigue una empresa de sus inversores puede provenir de recursos propios (patrimonio neto) o ajenos (deuda). Una vez tomadas las decisiones de inversión, el capital se invierte en los activos que necesita la empresa para desarrollar su estrategia y alcanzar sus objetivos.

Esas inversiones tardarán un tiempo, mayor o menor, en generar flujos de caja. Es decir, el capital se inyecta en un momento dado pero requiere de tiempo para empezar a generar réditos.

Riesgo y coste de oportunidad

A lo largo de ese lapso, la inversión está expuesta a riesgo (que las expectativas no se cumplan o que el plan y su calendario no evolucionen según lo esperado) a la vez que incurre en un coste de oportunidad: el de no haber destinado esos recursos a otras empresas que generen una rentabilidad alternativa.

Si todo va según lo previsto, en algún momento las inversiones generarán beneficios y flujos de caja y será necesario tomar nuevas decisiones económico-financieras sobre los réditos obtenidos. Es decir, si devolverlos a los inversores o reinvertirlos (todos o parte de ellos) para seguir creciendo, ganando cuota de mercado y construyendo ventajas competitivas.

Por lo tanto, cuando los inversores deciden poner en riesgo su capital para financiar una empresa, esperan:

  1. Un premio económico que retribuya su osadía emprendedora.
  2. Que la retribución sea suficiente para superar el coste de oportunidad de no haber invertido en otras empresas de riesgo similar.

Es este coste de oportunidad el que marca la rentabilidad mínima esperada, que se determina en función del riesgo. Cuando una inversión genera una rentabilidad a largo plazo superior a la esperada decimos que ha creado valor económico.

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Esto implica que, para retener el capital en una empresa, no es suficiente con que sea rentable sino que esa rentabilidad debe ser superior a la que se podría obtener en otras inversiones de riesgo y duración similar.

A favor del libre mercado

El coste de oportunidad lo marcan las empresas competidoras que, a pesar de que no siempre tengan el mismo riesgo, se toman como referencia y se denominan empresas comparables.

Así, cuando se analizan los resultados de una empresa o el rendimiento de sus acciones, no solo se hace un seguimiento de la evolución de la empresa, sino que también se comparan con los de su competidor o sus competidores directos.

Esta es la razón de que los analistas financieros se especialicen en sectores específicos. Tienen que estar siempre al día de la situación del mercado, del sector y de las empresas que compiten en él, en cuanto a estrategias, decisiones de inversión y financiación, política de dividendos (y un largo etcétera).

Tomar en cuenta el coste de oportunidad asegura la eficiencia en el uso del capital y la creación de valor. La generación de riqueza es, por tanto, un motor social que necesita de un mercado libre. Sus peores enemigos, como cita Vargas Llosa en referencia a la obra de Adam Smith, son “los privilegios, los subsidios, los controles, las prohibiciones y los monopolios”.

La piedra filosofal: el valor económico

Cuando pensamos en la creación de valor en el ámbito económico-empresarial vemos a algunos empresarios como alquimistas. Encontraron la piedra filosofal de su mercado y lograron repensarlo y rejuvenecerlo. Transformaron mágicamente sus activos en los más valiosos del mundo por su extraordinaria capacidad de generar flujos de caja y mantenerlos en el tiempo.

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¿Qué fórmula desarrollaron Amancio Ortega y Rosalía Mera (Inditex, 1963) para, a partir de un taller de costura de A Coruña, España, inventar la moda rápida y convertirse en una de las empresas del sector textil con mayor volumen de facturación a nivel mundial?

Hasta la disruptiva eclosión de Inditex, el sector de la moda producía dos temporadas al año: primavera-verano, invierno-otoño. Esto implicaba un elevado riesgo de obsolescencia de los productos: si no se vendían durante la temporada debían rebajarse agresivamente para poder liquidarlos.

Inditex cambió las reglas del juego, manteniendo su producción activa a lo largo de todo el año para adaptarse, en un proceso continuo, a lo que demandaban los clientes en sus tiendas. Así logró maximizar la eficiencia en la rotación de sus inventarios y minimizar el impacto de las rebajas. De hecho, su cadena de producción y su logística es de las mejores del mundo.

A 26 de noviembre de 2021 la capitalización bursátil de Inditex, es decir, el valor de mercado del patrimonio neto de la empresa rozaba los 99 000 millones de euros. Pura alquimia.

¿Cómo fue capaz Jeff Bezos de transformar un capital 245 000 dólares y una simple idea de negocio (vender libros online, 1995), en una de las mayores empresas en capitalización bursátil de la historia y romper las reglas de la distribución de productos minorista en más de 100 países?

A 17 de noviembre de 2021 la capitalización bursátil de Amazon superaba los 1,82 billones de dólares. Alquimia pura.

Expectativas y riqueza

La creación de valor económico puede generar escepticismo. El valor económico no es un concepto matemático, donde 2+2 son 4, ya que implica expectativas, cambios inesperados en el mercado y aproximaciones a la medición del coste de oportunidad.

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Sin embargo, a lo largo de los años se han desarrollado herramientas y métricas en el ámbito de las finanzas corporativas que permiten realizar mediciones sobre el valor creado en el pasado y realizar proyecciones sobre el valor que se espera generar en el futuro para dar fundamento económico a la toma de decisiones empresariales.

Las mediciones y estimaciones de valor son una de las funciones más relevantes del ámbito de las finanzas de empresa, ya que, parafraseando a Peter Drucker, “no puedes gestionar lo que no puedes medir”. Pero de métricas ya hablaremos en otra ocasión.

Virginia Bombín Moreno, Profesora y mentora de Finanzas Corporativas e Investigadora afiliada al Observatorio del Ahorro Familiar de Fundación IE y Fundación Mutualidad Abogacía, IE University