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Cómo un análisis de ADN cambió completamente mi dieta

Alexandra Anschiz / Shutterstock

Barbara J Stewart-Knox, University of Bradford

Definida por las señales que el propio ADN emite acerca de qué comer y qué alimentos evitar, la nutrición personalizada tiene mucho que ver con aprovechar el presente. Si dispone de dinero suficiente, ha de saber que numerosas empresas han comenzado a ofrecer orientación nutricional personalizada con el objetivo de mejorar el estado de salud general del paciente.

Como tengo cierta experiencia tras haber estudiado este campo durante años, pensé que era el momento de realizar una apuesta personal y descubrir por mí misma lo que mi genética tenía que decir acerca de mi nutrición. Así pues, envié una muestra de mi saliva a una compañía noruega que me había recomendado un amigo dietista.

Cuando me llegaron los resultados del análisis me sorprendí al conocer que tengo predisposición genética al colesterol alto y a sufrir enfermedades cardiovasculares.

Ambos se pueden evitar modificando ciertos aspectos simples de la dieta, lo cual he venido haciendo desde entonces. El hecho de que las pruebas tuvieran que ver conmigo y no con unas pautas genéricas sobre salud hizo que el mensaje me calara hondo.

En un primer momento solo pude pensar en mi riesgo de mortalidad, pero desde un prisma más positivo me di cuenta de que tengo la llave para posponer el momento de mi partida, así que me puse manos a la obra.

Para resumir, ya que la historia es larga, ahora soy prácticamente abstemia y una máquina de tragar píldoras de vitamina B, debido a que, de acuerdo a mi genética, no puedo obtener todo lo que necesito solo con la dieta. Y como la carne es la fuente principal de colesterol LDL (el llamado “colesterol malo”, porque eleva el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas y ataques al corazón), me he convertido en vegetariana. Ahora mis niveles de colesterol se mueven dentro de los parámetros normales.

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Obviamente, este régimen no es “sano” por defecto, ya que no todo el mundo es intolerante al alcohol ni posee una tendencia genética a los trastornos cardiovasculares. En cualquier caso, no todo fueron malas noticias: soy tolerante a la cafeína y a la lactosa, así que puedo seguir disfrutando del queso (reducido en grasa, por supuesto) y, afortunadamente, del café.

Digiriendo la información

Cuando me sometí a la prueba me quedé pensando: ¿Acaso no merece todo el mundo saber cuál es el riesgo que cada dieta entraña personalmente? En ese sentido, los jóvenes son los más preparados para llevar a cabo cambios que produzcan beneficios en su estado de salud y su bienestar.

También reflexioné sobre que la mayoría de las personas que conforman la sociedad no se encuentran en una situación económica que les permita dedicar parte de sus ingresos a algo que quizá le beneficiaría con solo modificar sus hábitos alimentarios.

Independientemente de que fuera a cambiar mis hábitos o no, tenía derecho a conocer lo que ahora sé sobre mi salud. Y lo cierto es que es una pena que no dispusiera de esta información cuando tenía 20 años, ya que cuando llegue a los 60 seguramente el daño que habrá sufrido mi cuerpo será irreparable.

Si disponemos de la tecnología, ¿por qué no la utilizamos? Shutterstock

En la actualidad, estos datos solo están al alcance de aquellos que se pueden permitir pagar por averiguarlos. El problema reside en que si los servicios públicos de salud no son capaces de incorporar la nutrición personalizada como parte del seguimiento rutinario de los pacientes, la brecha de la desigualdad en la salud crecerá, lo que podría generar un impacto negativo en el sistema sanitario, tanto en su funcionamiento interno como de puertas afuera.

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Por un futuro de conocimiento

A principios de año, el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS) se comprometió a obtener la información genética de cada paciente que acudiera a una clínica. Sin embargo, en estos casos da igual tarde que nunca, ya que es muy probable que todo aquel que se dirija a una clínica lo haga porque está desarrollando una enfermedad.

Dado que las tecnologías de nutrición personalizada son una realidad, no parece ético consentir que la gente ignore cómo evitar contraer ciertas enfermedades. Además, tal y como demuestran algunas investigaciones, los objetivos nutricionales personalizados pueden resultar motivadores para los pacientes.

El proyecto de investigación financiado por la Unión Europea Food4me, con el cual colaboré, descubrió que el enfoque personalizado era motivador, no solo porque la información con la que se elaboran las pautas para mejorar la dieta es recabada a medida, sino también porque permite al individuo llevar las riendas del proceso.

Está claro que no podemos demorar la utilización de la tecnología para aprovechar la información que la genética puede ofrecer para la prevención de enfermedades.

La nutrición personalizada posee potencial para reducir la carga que muchas enfermedades suponen para el sistema sanitario, lo que haría que se pudiera reducir el gasto público en salud. Como es lógico, no todos los pacientes llevarían a cabo los cambios necesarios en su dieta, pero deberían disponer de la información. Lo que hicieran con ella sería una decisión personal.