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Decepcionantes o no, los resultados de Glasgow son los mejores desde la COP21 de París

ültima sesión plenaria de la COP26. UNclimatechange / Kiara Worth, CC BY-NC-SA

Manuel de Castro Muñoz de Lucas, Universidad de Castilla-La Mancha

Para unos, la COP26 ha sido decepcionante, mientras que a otros les parece que marca un hito en el proceso frente al cambio climático.

El claro incumplimiento de los dos mandatos del Acuerdo de París para el 2020 – recaudar 100 mil millones de dólares anuales para los países en desarrollo y presentar planes nacionales más ambiciosos de reducción de emisiones– dan la razón a los primeros.

Los segundos ponen énfasis en que el Pacto Climático de Glasgow ha sido consensuado por unanimidad así como en las nuevas acciones de mitigación y financiación anunciadas. Las consideran la transición desde la fase de elaboración de las reglas al arranque de la fase de implementación.

Es comprensible la decepción expresada por diversos grupos científicos y sociales. Para ellos esos dos incumplimientos producen una gran desconfianza en que se llegue a hacer realidad mucho de lo que pueda haberse acordado en esta COP26. Tampoco ayuda el medido lenguaje que se usa en las arduas sesiones de los negociadores y en la comparecencia de los políticos.

Pero no hay que olvidar que la mitigación del cambio climático es un problema global, lo que obliga a amplios consensos donde, además, se perciben agravios comparativos. Los países desarrollados piden a los otros que la energía para su progreso no se base en la misma que a los primeros les ha dado una riqueza y bienestar que quieren acrecentar. Los futuros riesgos son compartidos aunque con desigual gravedad. En este escenario son inevitables las reticencias y, por tanto, el lenguaje debe ser “delicado”.

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¿Qué puede destacarse de los resultados de la COP26?

En el primer apartado del Pacto de Glasgow, los Gobiernos de todos los países participantes, sin excepción alguna, reconocen lo que dice la ciencia sobre el actual estado del clima y la urgencia de tomar acciones efectivas para cumplir con el mandato del Acuerdo de París. Quizá con esta declaración unánime cesen las campañas de descrédito hacia los científicos del clima propagadas por poderosos lobbies que tanto han retardado la reacción de tantos Gobiernos.

En el capítulo sobre la mitigación, se reconoce con preocupación la insuficiencia en la ambición de muchos de los nuevos planes nacionales de reducción de emisiones a corto y medio plazo. Por eso se solicita a todos los países que envíen mejores planes a finales del 2022. Siguiendo unas líneas comunes, deben especificar y razonar de forma transparente las medidas a tomar hasta el año 2030 y las de transición hasta un balance cero de emisiones de CO₂ hacia mitad de siglo.

También se menciona la invitación a reducir las emisiones de metano, responsables de casi un 25 % del actual calentamiento global. Ya en la primera semana de la COP26 más de 100 países se adhirieron a la propuesta lanzada por la UE y EE. UU. para reducir un 30 % estas emisiones en 2030. Desafortunadamente rehusaron China, India y Rusia, responsables del 35 % de la emisión global de metano.

Otro importante anuncio lanzado en la primera semana de la COP26 fue el acuerdo para cesar y revertir la deforestación antes de 2030, firmado por más de 130 paises. Plantea una financiación de más de 20 mil millones de dólares proporcionados entre 2021 y 2025 por varios países y fundaciones filantrópicas.

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El lenguaje de la controversia

Un episodio anecdótico que ilustra bien las dificultades para alcanzar pactos globales y el “delicado” lenguaje que se emplea en los acuerdos es el debate surgido sobre el artículo 36 del Pacto de Glasgow que retrasó un día la clausura de la COP26.

Mientras que en los primeros borradores se hacía una llamada a los países para que “se acelerara la eliminación del carbón y de los subsidios al petróleo y el gas”, en el borrador que se sometió a votación final la llamada era a “acelerar la eliminación de la generación de energía con carbón y la de los subsidios ineficientes al petróleo y gas”.

La intervención final del ministro de India, junto a la presión de China y Rusia, lograron que el texto aludiera a la “disminución progresiva del uso de carbón en la producción de energía y la eliminación de los subsidios ineficientes al petróleo y el gas, pero proporcionando para ello apoyo a los países más pobres y vulnerables”.

A pesar de los cambios semánticos, la mayoría de los negociadores asistentes a la COP26 tienen la convicción de que el uso del carbón para la producción de energía ha entrado en un claro e indefectible declive.

Medidas de adaptación y financiación

En lo que se refiere a las medidas de adaptación al cambio climático, en el pacto se menciona el compromiso de un conjunto de países desarrollados para duplicar la financiación en 2025 (unos 40 mil millones de dólares) destinada a mejorar la resiliencia de los países más pobres y vulnerables.

Respecto a la financiación comprometida para 2020 en el Acuerdo de París, no ha sido posible alcanzar ningún compromiso en esta COP26 y se aplaza su discusión para las siguientes conferencias, mencionando la necesidad de que se llegue a su cumplimiento como muy tarde en 2025. También se ha retrasado para ese año la decisión de proporcionar fondos para hacer frente a las pérdidas y daños asociados a los efectos adversos del cambio climático que no pueden afrontarse con las medidas de adaptación.

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Hay otros temas abordados en la COP26, como el desarrollo del artículo 6 del Acuerdo de París sobre los mercados de carbono, los inventarios de emisiones o las medidas de transparencia en la contabilidad e intercambio de información en los que no parece haber avances destacados respecto a anteriores cumbres.

En resumen, podría decirse que tanto los decepcionados como los esperanzados por los acuerdos y acciones decididas tienen parte de razón, pero pocos podrían negar que esta conferencia es la que ha presentado los mejores resultados desde la COP21 de París. Habrá que confiar en que esta tendencia persista en las siguientes conferencias.

Manuel de Castro Muñoz de Lucas, Catedrático de Física de la Tierra, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.