Estados Unidos aplicará aranceles del 15  % y ese no es un buen acuerdo para Europa

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Juan de Lucio, Universidad de Alcalá

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha logrado una victoria pírrica con el acuerdo arancelario alcanzado con el presidente estadounidense Donald Trump, en un club de golf escocés el último domingo de julio de 2025. Aunque el pacto puede reforzar su posición interna, no representa un beneficio real para la Unión Europea y compromete su capacidad negociadora futura.

Es paradigmático y simbólico que el acuerdo se haya firmado en el Reino Unido, que hace cinco años dejó la UE y sigue sufriendo los efectos comerciales negativos de esta salida, lo que subraya la fragmentación geopolítica en curso.

En virtud del pacto, Estados Unidos mantiene aranceles del 15 % sobre la mayoría de las importaciones procedentes de la UE. A cambio, Europa renuncia a responder con represalias y consigue evitar la entrada en vigor de aranceles del 30 %, anunciados por Trump para el 1 de agosto.

Un pacto con un alto coste para la UE

Ambas partes intentarán rentabilizar políticamente este pacto que, en realidad, supone una pérdida de bienestar para los ciudadanos a ambos lados del Atlántico. Sin embargo, el coste para Europa es doble: renuncia a ejercer su capacidad de respuesta frente a los ataques estadounidenses al comercio libre y el multilateralismo, y muestra su debilidad estratégica de cara a futuras negociaciones, que previsiblemente llegarán. Además, dar carta de naturaleza a la narrativa de Trump y acepta sin grandes contrapartidas un arancel del 50 % sobre las exportaciones europeas de acero y aluminio.

Desde una perspectiva puramente económica, la UE tenía margen para negociar en mejores términos. Las pérdidas de bienestar derivadas de los aranceles estadounidenses no son especialmente elevadas: diversos análisis estiman un impacto de apenas dos o tres décimas del PIB europeo. Una caída moderada, fácilmente compensable mediante el impulso de nuevos acuerdos comerciales ya en marcha con Australia, India o Mercosur.

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Las disputas continuarán, la UE debe prepararse con rapidez

Por el contrario, la Administración Trump puede presentar el pacto como una gran victoria estratégica. Refuerza su narrativa confrontacional y valida su política de fragmentación comercial global, que la UE parece haber asumido al firmar un acuerdo que socava sus principios.

Este acuerdo no implica el final de las disputas comerciales entre Estados Unidos y Europa. Habrá presiones adicionales en sectores concretos (aeronáutico, farmacéutico, semiconductores, defensa, energía, etc.). Más bien se acuerda el inicio de una nueva etapa, en la que se prescinde del multilateralismo y el libre comercio que había impulsado EE. UU. tras la Segunda Guerra Mundial, y la confrontación resulta políticamente beneficiosa para Trump.

Otras áreas de enfrentamiento

En el plano financiero, el dólar está perdiendo peso como moneda de referencia internacional, lo que representa una oportunidad para que el euro refuerce su posición global.

En el ámbito tecnológico, la UE necesita repensar y reactivar su política industrial, aprovechando este impulso para regular el poder de las grandes plataformas tecnológicas y fomentar un uso de los datos y la información que realmente beneficie a los ciudadanos. Esto no siempre implica restringir su uso, sino garantizar que se utilicen con criterios de transparencia y de generación de valor para los ciudadanos.

En el terreno fiscal, es fundamental avanzar en la imposición justa a las grandes corporaciones, establecer recursos propios a escala europea y consolidar instrumentos de financiación común. La estrategias de autonomía y seguridad en el ámbito internacional también deben revisarse.

La UE debe reforzar su capacidad negociadora para convertirse en un contrapeso global, guiado por valores democráticos, frente a la visión cortoplacista del comercio internacional que encarna la presidencia de Donald Trump.

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Pero, por encima de todo, Europa debe ser optimista y proactiva en relación con su capacidad para afrontar los desafíos que plantea el nuevo contexto internacional.

Juan de Lucio, Investigador – profesor. Economista, Universidad de Alcalá

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.