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Elecciones en Venezuela: cómo la tecnología y los datos abiertos han defendido la democracia

Entrega de registros electorales a la oposición en Venezuela para probar los resultados electorales del 28 de julio de 2024. Jonathan Mishkin/Shutterstock

Carmen Beatriz Fernández, Universidad de Navarra

El pasado enero de este 2024, año en que más personas en la historia han sido llamadas a las urnas de votación, se estrenó con una advertencia: el Informe sobre Riesgos Globales 2024 del Foro Económico Mundial afirmaba que el mayor riesgo a corto plazo procedía de la desinformación, alentada por las posibilidades de la inteligencia artificial (IA).

En un mundo aquejado por guerras globales y graves crisis climáticas se ponía en la desinformación el mayor riesgo que podría generar un conflicto global intensificado. Sonaba exagerado, y quizás lo sea. Han transcurrido ya dos terceras partes del año 2024 y no ha habido aún evidencias de que la IA haya manipulado una elección de manera decisiva. Además, hay algunas buenas noticias: los electores parecen aprender rápido y hay nuevas herramientas para hacerle frente a la desinformación.

El caso de la elección presidencial venezolana podría dar muestras de ello. Allí, la tecnología viene jugando un rol positivo para la democracia. Transcurridas seis semanas de las elecciones, sin que el Gobierno de Nicolás Maduro libere los resultados electorales secuestrados, la única data electoral verificada es la hecha pública por la oposición.

En un principio, el comando de campaña de Edmundo González Urrutia y María Corina Machado divulgó copias de las actas escaneadas a través de un enlace, horas más tarde del primer parte electoral oficial. Pero cuatro días después, tras varios días de ataques de Maduro y otros altos cargos del Gobierno contra González y Machado, se dio acceso público a las bases de datos directamente. Los datos arrojaban un 67 a 30 a favor de la oposición, y 4 millones de votos de diferencia.

Múltiples auditorías de entidades independientes

En Venezuela nunca antes hubo open data –datos en abierto– electoral, pero en este proceso ello desencadenó una dinámica muy distinta respecto a la defensa del voto. Los datos abiertos que suministró el comando ganador tras la jornada electoral del 28 de julio permitieron múltiples auditorías por parte de más de una docena de entidades independientes y académicos de distintas partes del mundo.

Además de los informes técnicos de observadores internacionales como el Centro Carter y el Panel de Expertos de Naciones Unidas, la prestigiosa Misión de Observación Electoral (MOE) de Colombia certificó la coherencia de los datos suministrados por el comando opositor. También lo hicieron medios de comunicación españoles y otros como The New York Times o The Washington Post.

Por otro lado, un exhaustivo análisis de datos de la agencia Asociated Press certificó que el candidato Edmundo González Urrutia había “obtenido significativamente más votos en los comicios del domingo que los que el gobierno ha reconocido”. Un paso más allá fue el diario argentino La Nación, que desarrolló un mapa colaborativo que permitía sumarse a la verificación y agregar datos faltantes.

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En el plano académico, el proyecto Altavista implementó una metodología de conteo rápido en contextos con integridad electoral limitada, eufemismo para elecciones amañadas. Dorothy Kronick, de la Universidad de Berkley, escribió sobre el desempeño del sistema electoral venezolano en elecciones anteriores, ratificando la validez de los datos publicados por la oposición. El investigador Leonardo Maldonado investiga la relación entre luminosidad nocturna y votos a favor de Edmundo González Urrutia.

Otro trabajo, del profesor de la Universidad de Puerto Rico José Luis Pericchi, colocó la información disponible para el 100 % de las mesas.

Atención especial merece el trabajo del profesor Walter Mebane Jr., de los departamentos de Ciencias Políticas y de Estadística de la Universidad de Míchigan, Estados Unidos, y experto en la detección de fraudes electorales. Ha llevado a cabo análisis forenses de los resultados de varias elecciones presidenciales; entre ellas, las de Turquía en 2023, Kenia y Filipinas en 2022, Perú en 2021 e Irán en 2009. Mebane concluye que no hay votos fraudulentos ni perdidos entre los votos de González y pasa a comparar los datos con los de otras elecciones recientes en Venezuela, que tienen más “votos forenses fraudulentos”.

Quizás más interesante aún fueron las numerosas auditorías ciudadanas que permitió el open data. Hubo iniciativas independientes que trabajaron a partir de los datos liberados. Desde politólogos y diseñadores usando los datos para graficar la elección o permitiendo que cualquier usuario realice búsquedas por palabras en las 25 000 actas escaneadas.

Otro usuario de la red ofrece visualización interactiva geolocalizada. Tras el aviso oficial de que las demoras en la publicación de resultados se debían a un supuesto ataque desde Macedonia del Norte, el ingeniero Giuseppe Gangi, desde Barcelona, diseñó una web denominada, precisamente, Macedonia del Norte. Allí ofrece resultados detallados por muchos elementos de búsqueda, e incluyó de manera colaborativa vídeos de resultados cantados desde más de 350 mesas electorales que coincidían bis a bis con las actas públicas.

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Lo hecho por el comando de González y Machado sienta un precedente importantísimo en la dinámica electoral del mundo: liberar los datos hace que pasen cosas estupendas y que mucha gente, en muchos sitios, interprete resultados y defienda sus votos.

Presentadores generados con IA

En cuanto a la cobertura electoral de los medios, también hay noticias positivas respecto al apoyo que la tecnología pueda prestar a la libre circulación de la información para la democracia. Una alianza de medios en Venezuela diseñó a “La Chama y El Pana”, dos presentadores creados con inteligencia artificial que son narradores de noticias reales, como una manera de anonimizar y proteger a los periodistas contra la represión. El uso de avatares generados con IA es una innovación importante para la protección de los periodistas que cubren desde el país información que puede ser sensible para el poder.

Ambas innovaciones señalan que la tecnología puede jugar a favor de la democracia, en contraposición con lo que se ha escuchado más: que la IA y la tecnología son sus enemigas. El argumento principal es el de un “apocalipsis informativo” y surge de voces alarmistas que pueden llevar a profecías autocumplidas.

No quiere decir que no haya habido desinformación durante el proceso. El Observatorio Complutense de Desinformación observó numerosos casos de desinformación electoral ya desde las primarias opositoras celebradas en 2023. Numerosos incidentes de desinformación fueron desmentidos por los fact checkers (verificadores). Uno particularmente grave fue el de un comandante de la Fuerza Armada que compartió capturas de pantalla de un vídeo manipulado de María Corina. En los pantallazos aparecía un pizarrón rayado donde pareciera que Machado hubiese propuesto eliminar a las Fuerzas Armadas.

Deep Fake emitido desde la cuenta de un portavoz de las Fuerzas Armadas venezolanas.

Del lado del oficialismo hubo abundante uso de pseudomedios que publicaron pseudoencuestas con mucha inversión en ciberpublicidad. Tambien la inteligencia artificial fue utilizada con fines de campaña en jingles (canciones publicitarias) o simulando la voz de Maduro.

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El costo de crear y distribuir deepfakes (vídeos con imágenes falsas) se ha abaratado enormemente, justo cuando ocurre el más grande ciclo electoral de la historia. Ello ha llevado a una gran preocupación y a la aparición de muchas voces agoreras. Sin embargo, y si bien es cierto que los deepfakes están entre las formas más peligrosas de manipulación de los medios en campañas electorales –contribuyen a reforzar la sensación de incertidumbre entre los ciudadanos y afectan negativamente al entorno informativo– con frecuencia se desestima la capacidad que tiene el elector para discernir.

Un estudio de Mateusz Labuz y Christopher Nehring que analizó el uso de deepfakes en elecciones en 11 países en 2023 concluyó que ninguno de los casos en los que se utilizaron en el contexto de elecciones tuvo un impacto decisivo.

La ciudadanía aprende con rapidez y la tecnología permite la masificación de la auditoría ciudadana. La elección puede convertirse en un curso acelerado de detección de falsedades y el caso venezolano afirma la idea de que la tecnología puede ser una aliada fundamental de la democracia. Aún es pronto para saber qué terminará pasando en Venezuela. Más que una campaña electoral está en marcha un movimiento social por el rescate de la libertad. Hubo un proceso de votación del que la gente se apropió, denotando la persistencia de una vigorosa cultura democrática en el país. La tecnología ha sido clave en ayudar a articular y crear capital social, facilitando la coordinación y la cooperación democrática.

Carmen Beatriz Fernández, Profesora de Comunicación Política en la UNAV, el IESA y Pforzheim, Universidad de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.