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La Economía de Francisco: repensar la empresa desde los Derechos Humanos

El papa Francisco durante una misa en el estadio Supachalasai de Bankok (Tailandia) en noviembre de 2019. Shutterstock / Brickinfo Media

Nuria Toledano, Universidad de Huelva

Las necesidades humanas ocupan un lugar central en la economía, especialmente en lo referente al aspecto material. Sin embargo, con frecuencia suelen quedar en el olvido los derechos vinculados con las necesidades más básicas.

El 10 de diciembre se celebra el Día de los Derechos Humanos. Es una ocasión para reflexionar sobre los derechos y las necesidades fundamentales de las personas, pero también para repensar el rol que la economía y la empresa pueden jugar como ciencia y agente implicados en su satisfacción.

Eso es, precisamente, lo que pretende la Economía de Francisco, una iniciativa impulsada por el papa para reflexionar sobre los modelos económicos y empresariales que puedan hacer posible el desarrollo integral de las personas.

Proteger los derechos humanos: un propósito transversal y universal

La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos el 10 diciembre de 1948. Este documento marcó un hito en la historia, al establecer por primera vez de forma consensuada qué derechos humanos fundamentales debían, y deben, protegerse en todos los lugares.

Desde entonces ha sido traducido a más de 500 lenguas y ha inspirado la adopción de numerosos tratados internacionales. Se compone de treinta artículos, encabezados por el reconocimiento de la dignidad de las personas.

La protección de los derechos humanos fundamentales es, además de un propósito universal, una cuestión transversal. Apela directamente a las estructuras jurídicas, políticas y económicas. Pero tampoco resulta ajena a la religión, no siendo difícil encontrar puntos en común con diversos credos.

En la Iglesia católica, en particular, el valor de los derechos humanos, su fundamento, inviolabilidad y su relación con los deberes morales de la persona se han abordado en su doctrina social.

Con todo, las enseñanzas del papa Francisco al respecto traen un contenido novedoso, especialmente por su atención a los derechos de los más vulnerables y su preocupación ante problemas colectivos como el cambio climático. Ambas cuestiones requieren el compromiso de las empresas para su solución y constituyen el centro de atención de lo que se conoce como la Economía de Francisco.

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Una propuesta económica de inspiración franciscana

La Economía de Francisco nace en 2019, en un intento del papa de reunir a jóvenes economistas y emprendedores de todo el mundo para proponerles dar vida a la idea de una economía más justa e inclusiva. En poco tiempo, sin embargo, se ha convertido en un movimiento en el que se han involucrado empresarios y expertos de todos los ámbitos. El premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus y el economista estadounidense Jeffrey Sachs son algunas de las personalidades que han participado en sus eventos.

El movimiento tiene una clara inspiración franciscana. La generosidad, la solidaridad y la cultura de comunión son algunos valores que dan vida a su desarrollo. El mensaje humanista e inclusivo de san Francisco de Asís, con su concepción de la vida fraterna, es una referencia en la búsqueda de ideas sobre un modelo económico que actúe en beneficio de todos, garantizando al mismo tiempo el respeto a “nuestra hermana la madre tierra”.

Con este referente, los problemas económicos se plantean desde otro punto de vista: en lugar de partir de las necesidades materiales de las personas, es la persona, en sí misma, el punto de partida para la reflexión.

El desarrollo integral de la persona como fundamento de la economía y la empresa

La Economía de Francisco propone una economía centrada en la persona. Si bien toda teorización en las ciencias económicas se construye implícita o explícitamente bajo una concepción determinada del ser humano, lo singular aquí es la comprensión de la persona no como ser autónomo (asunción en el pensamiento moderno), sino como un ser relacional.

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Dicha noción, madurada a lo largo de los siglos en el cristianismo, sitúa la meta del bienestar de la persona en una posición dependiente, en gran parte, de la calidad de las relaciones. De ahí que inspire la idea de una economía cuyo objetivo último no sea otro que el de favorecer la fraternidad, el bien común, la protección del medio ambiente y, ante todo, el respeto de la dignidad de la persona y de su desarrollo integral.

La insistencia del papa Francisco en el desarrollo integral de la persona es evidente. En su explicación nos remite a la encíclica Populorum Progressio en la que se habla del desarrollo humano integral en los siguientes términos:

“El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre.”

Se resaltan, pues, dos ideas:

  1. La necesidad de que no haya excluidos en el concepto de desarrollo.
  2. La comprensión de la persona como sujeto temporal que en su potencialidad y fragilidad va desarrollándose con el paso del tiempo en todas sus dimensiones (cuerpo, alma y espíritu) a través de sus propias experiencias.

¿Cómo avanzar en el modelo de empresa desde la Economía de Francisco?

Claramente, avanzar en el modelo de empresa desde la Economía de Francisco plantea exigencias al empresariado, a la clase política y a los economistas, pero no menos a los consumidores.

La Economía de Francisco intenta poner en marcha un proceso global de reflexión sobre una forma diferente de hacer economía y empresa sustentada en una clara convicción: la necesidad de incluir en la nueva narrativa económica otros términos, propósitos y protagonistas.

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Aun así, hacer realidad dicha narrativa requiere iniciativas capaces no solo de incorporar otros elementos al discurso, sino también de corregir las consecuencias negativas derivadas de modelos económicos que, si bien válidos y eficaces en un momento concreto de la historia, se muestran dañinos en un contexto que poco tiene que ver con el de antes. Más allá de satisfacer las necesidades materiales básicas de las personas, lo que hoy está en juego es la integridad del ser humano, su futuro y el del entorno en el que se desarrolla.

En este sentido, la Economía de Francisco confiere a la economía un propósito más elevado y trascendente. Pero cabría la pregunta: ¿será una economía más eficiente? Probablemente no, aunque sí más robusta, y por ello valiosa en un entorno impredecible como el actual. Se intuye, por tanto, que repensar el modelo de empresa conlleva también repensar los criterios para medir sus resultados. No en vano el papa Francisco ha reiterado en numerosas ocasiones la necesidad de dar un alma a la economía del mañana, sugiriendo, de algún modo, un razonamiento diferente en su valoración.

Con estas premisas, podría anticiparse que llevar a la práctica la Economía de Francisco, independientemente de las variantes que adopte, pasará en cierta medida por contener la economía de la “materia” del acontecer económico, para que vuelva a echar raíces en el corazón desde donde brotó la misma vida empresarial.

Nuria Toledano, Profesora Titular del Área de Organización de Empresas, Universidad de Huelva