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¿Será ChatGPT el disruptor que necesita el mundo académico?

Busyfingie / Shutterstock

Rafif Srour Daher, IE University

Casi una semana después de que Open AI lanzara ChatGPT, el director ejecutivo Sam Altman anunció que el chatbot ya había superado el millón de usuarios. Para el 13 de enero de 2023, la búsqueda global en Google de la palabra “ChatGPT” alcanzó un puntaje de popularidad de 92 y, desde entonces, Microsoft ha invertido en OpenAI 10 mil millones de dólares (9 mil millones de euros).

El chatbot llgó al máximo de su capacidad y durante unos días incluso dejó de estar disponible para nuevos usuarios, por la saturación del servidor. OpenAI ha anunciado recientemente un servicio de suscripción de 20 dólares por mes (19 euros).

Como la mayoría de nosotros sabemos ya, ChatGPT es una herramienta de inteligencia artificial basada en texto capaz de generar lenguaje natural y respuestas similares a las humanas con un cierto nivel de precisión.

Esta nueva herramienta, y, lo que es más importante, las conversaciones sobre la nueva herramienta, está conquistando el mundo. Las opiniones abundan.

Eficacia frente a originalidad

Algunos se muestran encantados de usarlo, citando su alta eficiencia en la creación de textos como correos electrónicos o comunicados de prensa en términos de tiempo, dinero y recursos.

El uso de ChatGPT para generar una carta de aceptación (o rechazo), por ejemplo, puede reducir el tiempo que suele llevar este trabajo de 30 minutos a cinco. Eso es bastante espectacular, particularmente para aquellos de nosotros que encontramos que tales tareas consumen mucho tiempo y son tediosas.

Sin embargo, otros ven el principio del fin de la singularidad y originalidad humana en la forma en que la herramienta utiliza cantidades masivas de datos comúnmente existentes.

La desinformación es otra deficiencia de ChatGPT, porque extrae información de fuentes de datos confiables y no confiables por igual. Además de eso, ChatGPT no puede citar las referencias que utiliza para ejecutar las tareas solicitadas y, a veces (muchas veces), incluso inventa una respuesta completa, aunque de manera elocuente.

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Entusiastas y alarmistas

Esta nueva tecnología tiene un impacto directo en la educación superior, y ciertamente ha creado polémica en las aulas. Las opiniones sobre el uso de esta herramienta en el mundo académico están claramente divididas entre entusiastas (en particular, estudiantes) y alarmistas (es decir, profesores).

Los profesores temen (con razón) que el uso de esta herramienta abra las puertas a las trampas y el plagio, mientras que los estudiantes la ven como la tecnología tan esperada que los ayudará a escribir tareas atrasadas, ejecutar ejercicios de codificación complejos y tal vez incluso aprobar los exámenes.

Todo el cuerpo académico se siente incómodo, incluso algunos estudiantes.

Nueva tecnología, mismo debate

Toda esta actividad y debate en torno a la entrada (o no) de ChatGPT en la universidad muestra que esta herramienta puede propiciar una reorganización que el sector ha necesitado durante mucho tiempo, y tal vez incluso anhelaba desde hace mucho tiempo. Nueva tecnología, viejo problema, mismo debate.

Históricamente hablando, la tecnología siempre ha afectado la educación de manera significativa y siempre con una mezcla de partidarios y opositores. En su libro, Teaching in a Digital Age (Enseñar en la erad igital), A.W. Bates escribe:

“Los argumentos sobre el papel de la tecnología en la educación se remontan al menos a 2 500 años”.

Escritura e imprenta

La comunicación escrita es una de las herramientas que hizo más accesible el conocimiento y permitió la expansión mundial de la educación. En Europa específicamente, esto se multiplicó con la invención de la imprenta en el siglo XV.

Irónicamente, Sócrates, el gran filósofo griego, no era un gran partidario de los documentos escritos y no creía que la escritura fuera un medio eficaz para comunicar conocimientos.

A mediados de la década de 1990, el aprendizaje basado en internet fue posible gracias al desarrollo de los sistemas de gestión del aprendizaje basados en la web, otro avance tecnológico que hizo posible los MOOC,desafiando el modelo educativo tradicional y provocando debates que aún existen en la actualidad.

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¿Será ChatGPT la herramienta tecnológica que, finalmente, cambie radicalmente la educación superior?

Desafíos en la educación superior

Junto con el bienestar de los estudiantes y la sostenibilidad del campus, la transformación digital es uno de los mayores desafíos que afronta la educación superior, y con ChatGPT los desafíos son aún mayores.

Sin duda, habrá muchos que se resistan a ChatGPT y se investigarán métodos, no solo para detectar su uso, sino también para prevenirlo. Como si la prevención en su totalidad fuera posible.

Adoptemos o nos resistamos a ChatGPT, no se puede negar que esta nueva herramienta ha expuesto, una vez más, la fragilidad y vulnerabilidad de nuestros sistemas de educación superior. El codirector del Instituto Mack, Christian Terwiesch, probó la capacidad de ChatGPT en un curso de Gestión de operaciones del programa MBA de Wharton y descubrió que la herramienta tecnológica habría recibido una calificación de B (notable) en el examen. Un resultado bastante inquietante.

Según Terwiesch, este resultado tiene numerosas implicaciones para la educación de las escuelas de negocios, incluida la necesidad de mejorar la creatividad y la productividad de la enseñanza, y de cambiar las políticas y los planes de estudios de exámenes actuales.

Cambio de mentalidad

De todos modos, ¿no es hora de que revisemos nuestros planes de estudio, criterios de evaluación y herramientas de aprendizaje y enseñanza? Hacer sitio a esta nueva tecnología bien podría ser la excusa que necesitamos, como indica Christian Terwiesch.

Si nuestros sistemas de evaluación se reconsideraran para que no se basen en asignaciones interminables, pruebas múltiples e innumerables entregas, esto sin duda abriría espacio dentro del plan de estudios y crearía tiempo en el aula (y fuera de ella) para algo nuevo.

Pero la pregunta es: ¿lugar y tiempo para qué? Este próximo paso debe ser considerado cuidadosamente, porque lo que tenemos aquí es una oportunidad de oro si se usa con prudencia.

Así, no solo debemos preguntarnos qué pasará con nuestras clases de codificación y programación si replanteamos nuestros sistemas de evaluación gracias a la entrada de ChatGPT (en cualquier forma que tome), sino también: ¿qué queremos que pase? ¿Y qué pasa con los cursos enfocados a las habilidades de escritura y comunicación? ¿Deberían eliminarse por completo de nuestros programas educativos? Sólo pensar en tal cambio hace que una se sienta incómoda.

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Este es el tipo de conversación que ha comenzado gracias a ChatGPT. Finalmente nos estamos haciendo las grandes preguntas sobre la educación superior.

Como señala Mollick, ChatGPT bien puede ser el presagio de una nueva era, una de integración humano–máquina. Si ese es el caso, la educación es el punto de partida lógico e inevitable.

Entonces, ¿qué pasaría si, en lugar de prohibir el uso de ChatGPT en ensayos, tareas y exámenes, se permitiera a los estudiantes (o, mejor dicho, se les exigiera) usar la herramienta digital y luego pasar su tiempo analizando críticamente su resultado, describiendo el proceso de pensamiento y señalando sus fortalezas y debilidades? ¿Qué pasa si la verdadera tarea ya no es dar una respuesta a una pregunta o una solución a un problema sino analizar cómo se genera esa respuesta?

Este cambio de mentalidad en torno a las tareas podría ayudar a los estudiantes a desarrollar su pensamiento crítico y analítico.

Podemos ver ChatGPT como el último golpe a nuestros sistemas educativos o como la chispa que cambiará la educación para mejor. Creo que tanto los humanos como la tecnología darían la misma respuesta a esta pregunta.


Una versión de este artículo fue publicada originalmente en IE Insights, la publicación de liderazgo intelectual de IE University.

Rafif Srour Daher, Vice decana, Profesora, IE University