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Cuando las metástasis se reducen ‘milagrosamente’: el efecto abscopal

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Christian Sordo Bahamonde, Universidad de Oviedo; Rocío Granda Díaz, Universidad de Oviedo y Segundo González Rodríguez., Universidad de Oviedo

Durante décadas, los médicos e investigadores se han encontrado ante una situación para la que no tenían explicación: a veces sometían a radioterapia a un paciente en un tumor específico localizado en una parte del cuerpo y se reducían e incluso desaparecían metástasis que no habían sido tratadas. Como ejemplo, el inesperado caso reciente de una paciente de 67 años con un sarcoma inoperable.

Esta paciente, tras recibir radioterapia paliativa, sufrió la inesperada regresión de las metástasis que sufría. Dos años después de recibir el tratamiento, a finales de 2019, la paciente seguía sin rastro de la enfermedad.

Esta sorprendente y milagrosa regresión de tumores no irradiados fue descrita por primera vez en 1953 por Robin Mole, quien lo denominó “efecto abscopal” (del latín ab que significa “fuera de” y scopus que significa “diana”).

El efecto abscopal quedó relegado a casos anecdóticos debido a la poca frecuencia en que ocurría hasta hace unos años, cuando un artista invitado llegó para tratar de dar una explicación a este fenómeno: el sistema inmunitario.

La radioterapia como tratamiento

La radioterapia consiste en aplicar radiaciones ionizantes muy localizadas sobre el tejido tumoral. De hecho, cuanto más localizada y precisa sea esa radiación, menos daños sufrirán los tejidos sanos: la tecnología actual tiene una precisión de menos de un milímetro.

Cuando las células tumorales son irradiadas sufren daños, principalmente en su ADN, y son destruidas. Durante muchísimo tiempo se pensó que este era el único mecanismo de acción de la radioterapia que permitía reducir o eliminar las células tumorales.

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Sin embargo, ¿cómo es posible que la radioterapia afecte a zonas que no han sido tratadas? Es una pregunta que durante décadas no obtuvo respuesta.

La lucha del sistema inmunitario contra el cáncer

El desarrollo de la teoría del “inmunomodelado del cáncer” y la llegada de la inmunoterapia ha supuesto en los últimos años un antes y un después en la lucha contra el cáncer.

En pocas palabras, se podría decir que el sistema inmunitario actúa como un guardián que nos protege frente al desarrollo de tumores. Sin embargo, puede ocurrir, y ocurre, que las células tumorales desarrollen mecanismos que les permitan huir de la respuesta inmunitaria.

El empleo de tratamientos que permiten restaurar esta respuesta inmune antitumoral (reconocida con el Premio Nobel de Medicina en 2018 para James Allison y Tasuku Honjo) ha permitido cambiar el paradigma en la lucha contra el cáncer.

La inmunoterapia ha logrado el tratamiento de pacientes con cánceres especialmente agresivos, como el melanoma o el cáncer de pulmón, para los que anteriormente había pocas opciones de tratamiento.

Pero, ¿cómo se relaciona todo esto con el efecto abscopal?

La unión hace la fuerza

Con la incorporación de la inmunoterapia la situación ha dado un vuelco, ya que el número de casos de pacientes en los que se observa este efecto ha aumentado. Todo parece indicar que el efecto abscopal se debe, al menos en parte, a la participación del sistema inmunitario.

Las células dañadas durante las sesiones de radioterapia pueden, probablemente, desencadenar una respuesta inmunitaria por todo el organismo. Las células tumorales atacadas pueden liberar antígenos tumorales, los conocidos como “neoantígenos”.

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Estos antígenos tumorales permiten al sistema inmunitario identificar las células cancerosas. Una vez reconocidas, permitirán al sistema inmunitario desarrollar una respuesta altamente específica frente al tumor.

Como esos neoantígenos están presentes también en las células tumorales que hicieron metástasis, el sistema inmunitario también puede reconocer esas células y atacarlas.

Se podría decir que el tumor irradiado se convierte en una especie de vacuna frente al resto de células tumorales del paciente. Esto explicaría cómo la radiación de un tumor puede provocar un efecto antitumoral por todo el cuerpo.

Actualmente, se está estudiando la posible combinación del tratamiento con radioterapia e inmunoterapia en diversos cánceres. Como ejemplo, tenemos la molécula inhibidora PD-L1 presente en las células tumorales y que les permite escapar de la respuesta inmunitaria.

El uso de anticuerpos que bloquean el funcionamiento de PD-L1 ha dado buenos resultados en algunos tumores. En un ensayo clínico con más de 700 pacientes con cáncer de pulmón publicado en New England Journal of Medicine, pacientes que habían recibido radioterapia recibieron también tratamiento con inmunoterapia contra la molécula PD-L1, triplicando el tiempo libre de progresión de la enfermedad frente a los pacientes que recibieron placebo.

Aún nos queda mucho por conocer sobre el funcionamiento del efecto abscopal y sus posibles implicaciones en la terapia contra el cáncer. Los tumores tienen mecanismos para impedir la respuesta del sistema inmunitario, por lo que sólo se produce el efecto abscopal de vez en cuando en algunos pacientes.

A día de hoy no hay forma de predecir cuándo se va a producir el efecto abscopal en un paciente. Por otro lado, parece claro que la irrupción de la inmunoterapia ha propiciado la aparición de más casos en los últimos años.

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Con la llegada de la inmunoterapia y la reactivación del sistema inmunitario, los investigadores han puesto de nuevo el ojo sobre el efecto abscopal. Parece que recuperar a un viejo aliado como el sistema inmunitario aún tiene mucho que decir en la lucha frente al cáncer.