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Biden y Harris, restauradores de la sociedad estadounidense

Biden y Harris, restauradores de la sociedad estadounidense
Joe Biden y Kamala Harris, presidente y vicepresidenta electos de los Estados Unidos. Flikr / Adam Schultz / Biden for President, CC BY-SA

Juan Luis Manfredi, Universidad de Castilla-La Mancha

Ya hay presidente electo. Ha costado más de lo esperado, porque Donald J. Trump no se rinde y es un rival de primera, competitivo. No caben dudas de su victoria. Ha recuperado cinco estados que votaron a Trump en 2016 y no ha perdido ninguno de los que votaron a Clinton. El voto popular también le concede mayoría holgada. Por eso, el próximo 20 de enero el presidente número 46 será Joseph R. Biden Jr. con 78 años, que cumplirá el 20 de noviembre.

Su tremenda historia personal, viudo con 29 años, es la propia de un patricio de la nobleza de Washington. Atesora 50 años de experiencia en la primera línea de acción, 36 de ellos como senador por Delaware y 8 como vicepresidente junto a Barack Obama. Representa la nostalgia por una América que ya no existe y su propio eslogan de campaña recoge esta idea; después de cuatro años de trumpismo, es el momento de recuperar “el alma de la nación” (to restore America’s soul). Ante sí, Biden tiene un reto fenomenal con cuatro frentes principales.

La década demócrata

La sociedad estadounidense presenta multitud de brechas sociales (el interior y las costas, ciudades y mundo rural, género, etnia, por mencionar las principales). Es una sociedad polarizada como lo demuestra el hecho de la movilización y el récord histórico de votantes. Biden ha superado los 70 millones de votos, al igual que el propio Trump ha alcanzado mejores cifras que en 2016. En su primera declaración, el presidente electo ha llamado a la unidad. Anticipo un discurso de inauguración, a la manera de la “Great Society” de Lindon B. Johnson.

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Asimismo, estoy persuadido de la vuelta a la retórica kennediana con unas políticas basadas en las nuevas fronteras de la desigualdad, el cambio climático y la igualdad racial. Veremos un mensaje de corte moral, tan propio de la presidencia americana desde Jefferson a Bush Jr, que inviste poder para todos los ciudadanos, no solo para sus votantes.

El hecho de que Donald J. Trump reconociera la derrota y abandonara la disputa legal contribuiría a aminorar el conflicto social de baja intensidad que vemos en las calles. Su actual “far from over” es una pésima noticia para la transición, aunque confirma su legado.

La mirada asiática

La mayoría de países preferirá el estilo negociador de la presidencia demócrata y seguro que se mejoran los acuerdos políticos y se rebaja el proteccionismo. Asimismo, Biden ha manifestado que Irlanda es una línea roja en cualquier negociación con el Reino Unido post-Brexit. Habrá mejores relaciones y más diálogo, aunque las políticas de defensa sean revisadas. Pero la década demócrata será la consolidación del interés por el océano Pacífico en detrimento del Atlántico.

China es el principal socio, prestamista, competidor y rival. Todo cuanto sucede en el continente asiático (tecnología, derechos humanos, industria, infraestructura y poder militar) preocupa en Washington. Hong Kong será el Berlín de nuestra generación.

Cambio climático y liderazgo político internacional

No concluyo que la presidencia demócrata lidere una transformación sustancial en la gobernanza de los problemas globales. Sin embargo, estoy convencido de que el presidente Biden entiende la sensibilidad europea y la necesidad de apoyar un cierto orden internacional.

El neoaislacionismo trumpista no ha beneficiado la posición global de Estados Unidos, cuya dejación de funciones ha facilitado el despliegue chino en forma de comercio, infraestructuras y acción iliberal. El consenso de Beijing no pregunta por los derechos humanos o medioambientales cuando negocia inversiones. Entiendo que el cambio climático puede ser la palanca de cambio para articular un discurso de elevación de los estándares medioambientales y afectar el modelo chino de desarrollo.

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Aunque por esta conveniencia, bienvenido sea un nuevo tipo de liderazgo político internacional. Samantha Power, que ya fue la embajadora de Estados Unidos ante la ONU durante la presidencia de Obama, representa este tipo de liderazgo.

Kamala Harris, vicepresidenta electa de los Estados unidos. Flikr / Lawrence Jackson / Biden for President

Kamala Harris, una figura gigante

La senadora por California es la primera mujer elegida para la vicepresidencia. Su perfil profesional y su trayectoria comprometida anticipa una presencia constante en los ejes de la presidencia de Biden. Es la sucesora natural y no sería raro que en estos cuatro años ya ocupara alguna vez el papel en caso de enfermedad o incapacidad de Biden. Su reto es liderar causas concretas, internacionalizar su agenda y pavimentar el periodo 2020-2032. Como mujer y negra, es la persona que puede ayudar a superar las fracturas sociales y demográficas con mayor afinidad.

Hay esperanza en la elección de Biden, cuya acción política puede representar la transformación y la tercera refundación de Estados Unidos, en acertada metáfora de Eddie S. Glaude Jr. Después del trumpismo, la llegada del presidente a la Casa Blanca es la vuelta al Delaware Way que ha caracterizado su carrera. Proximidad, cercanía, calma y pragmatismo serán el bálsamo de la sociedad estadounidense.

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